4 de marzo de 2009

Alpes suizos.

ALPES SUIZOS

“He subido al San Gotardo a la 1 de la mañana, con una Luna sublime; he visto levantarse el sol en las nieves. Es necesario haber visto esto al menos una vez en la vida”
Honoré de Balzac.

La majestuosidad y atractivo de nuestro planeta no se puede concebir sin las grandes cordilleras que vigilan sus continentes. La palabra alpinismo cobra sentido al adentrarse en sus valles y ascender sus cumbres, como si de atalayas del Olimpo se tratara. Nos envían la nieve, el agua y el cierzo, cubriendo de fragilidad y delicadeza sus bosques y senderos.

Fue en 1786 cuando se asciende la cúspide alpina y nace el concepto universalizado del “alpinismo”. Con 61 cimas de más de cuatro mil metros, conquistadas la mayoría en el siglo IXX, son todo un patrimonio en los logros de exploración de nuestro planeta, coincidiendo con agitados periodos políticos y con una revolución industrial de trascendentales consecuencias para la humanidad.

Nuestros protagonistas son un grupo de hombres y mujeres inquietos, desde intelectuales y pastores hasta sacerdotes y hombres de negocios, incluso un futuro Papa. Todos se batieron en un medio tan hostil y austero como el mundo de las cimas heladas, no había oro ni dinero en ellas, tan sólo el reto de lo desconocido y el placer de un deporte sin aditivos, ni prensa, ni competición, bastaba el afán y la satisfacción de hollar esos lugares que nunca pisó el ser humano.

A pesar de que las primeras rutas de ascensión de los pioneros del alpinismo son en la actualidad las consideradas “normales”, no debemos infravalorarlas, pues un factor como el mal tiempo puede trasformarlas en auténticos retos para los montañeros más experimentados.

A diferencia de otros deportes donde un movimiento rápido decide la partida o se cruza una línea de meta que marca el final para después ir a un vestuario calentito con ducha, en la montaña llegamos a la cima y nos queda la mitad del recorrido, siendo el descenso más expuesto que la ascensión.

Los Alpes, en pleno corazón de Europa y con una extensión equivalente a la mitad de la península Ibérica, describen un arco de más de 1000 Km. Comenzando en los Alpes de Provenza y siguiendo por el valle de Aosta, los Ecrins, el Valais, Alpes Berneses, Albula, el Tirol, los Dolomitas, Alpes Julianos... A ellos acudimos cuando buscamos una nueva dimensión de la naturaleza continental.

Sin lugar a dudas los Alpes han sido la cuna de los mejores escaladores del mundo, en sus paredes se forjaron Herzog, Terray Bonatti, Cassin, Messner, Herman Bull. La riqueza lingüística, histórica y deportiva marca la época del alpinismo romántico y constituye un legado cultural vital para la comprensión de la historia del Viejo Continente.

Siendo el verano del 2008 una expedición leonesa-palentina con miembros del Yordas y del Fuentes Carrionas nos adentramos en el cantón del Valais perteneciente a los Alpes suizos. Somos Gloria, Mª Eugenia, Mariano, Javier, José y Oscar. Y aterrizamos en Malpensa, cerca de Milán. Cruzando por el túnel del Simplón, donde los vehículos son embarcados en un convoy ferroviario y recorriendo 20 Km. por las entrañas alpinas, al poco alcanzamos la localidad de Saas-Grund donde acampamos.

La Confederación Helvética guarda celosamente sus 49 cuatro miles. Buena prueba de ello son las esmeradas y férreas medidas para la conservación del medio ambiente, como los vehículos eléctricos en determinadas localidades.

Con el sello característico suizo, sus casitas de madera oscuras engalanadas con geranios rojos, sus calles estrechas y acogedoras, hacen que pasemos las horas muertas. Aquí no hay prisas y la naturaleza marca el ritmo.



Nuestro primer objetivo es el pico Weissmies de 4027 metros. Fue en 1855, por la vía del Triftgrat, cuando Peter Zurbriggen y Chistian Haüsser se convierten en los primeros ascensionistas. A pesar de estar considerado como uno de los cuatro miles más modestos hay que tener en cuenta que los glaciares se sitúan por encima de los 3500 metros.

A primeras horas de la mañana montando en el telecabina nos afianzamos hasta el primer tramo a 2720 metros. Ciertamente podemos proseguir hasta los 3200 por medios mecánicos, pero aclimatamos mejor siguiendo a pie el resto del día y salvando 700 metros de desnivel con la consiguiente puesta a punto para nuestra singladura alpina.



Al día siguiente desde el refugio de Hohsaas atacamos la cima antes del amanecer. Tímidamente va esclareciendo y el espectáculo no tiene parangón. Después de superar una rampa de 60º, nos encaminamos a la arista cimera y sin gran dificultad hacemos cima, la primera cima. El soberbio panorama es nuestra mejor recompensa. Abajo, en el valle, una refrescante cerveza nos está esperando.

Dentro de nuestros apretados 10 días no es descartable el mal tiempo y así ocurrió. De hecho la experiencia de otros años hace que nuestro jefe de expedición, el Chamo, tenga su correspondiente previsión siendo el momento para visitar Kandersteg y mas tarde Interlaken, muy cerca de la mítica muralla que conforman el Eiger, el Mönch y el Jungfrau. Al parecer los vientos del norte soplan enconadamente sobre esta pared de piedra y cuando ascienden descargan las precipitaciones y a sus pies, la localidad de Grindelwald da testimonio vivo de que en Suiza disponemos de 5000 Km. de líneas férreas y 600 teleféricos.

Con la mejora del tiempo es el momento de desplazarnos a Saas Fee, por fin Saas Fee. Pensar que a principios de 1900 no era más que un bucólico pueblecito de montaña y hoy casi cada familia es dueña de un hotel. Los vehículos convencionales quedan aparcados al principio del pueblo, el acceso está restringido a vehículos eléctricos. Su sosegado ambiente, la pulcritud de sus calles y su cuidado urbanismo, lo trasforman en un centro de turismo internacional para el montañero.

La Ruta de las Capillas sirve de acceso por un frondoso valle y un serpenteante camino, llegando con facilidad desde Saas Grund, donde acampamos, hasta Saas Fee, y al final de dicho trazado encontramos unas tirolinas. Bastante menos masificado que el valle de Zermatt, no por ello pierde su atractivo y estando custodiado por cuatromiles el disfrute y deleite del alpinista están garantizados. Curiosamente en el aparcamiento, aprovechando la pared pétrea del mismo, se realizan competiciones de “dry tooling”.

El pico Alphubel de 4206 m asemeja una cúpula glaciar totalmente llana. La aproximación desde Saas Fee se puede considerar como la ruta normal por su vertiente Este. En 1889 se realiza la primera ascensión por el reverendo George Broke, junto con Adolf y Xavier Andenmatten, por la afilada arista Oeste, no se repetiría hasta 50 años después.

El trampolín para el Alphubel es el refugio de Längfluh, generoso en cuanto al espacio y con la comodidad de los refugios suizos. Cenamos a la 6 de la tarde y madrugón, tal vez lo más difícil en los picos de estas características. Son las 4 y nos adentramos en el glaciar con la indumentaria para el menester. Tenemos que salvar 1300 metros hasta la cima, la salida del sol eleva tenuemente la temperatura y las rampas son suaves pero muy mantenidas, abundan las amenazadoras grietas. A las 2 horas somos presa de la niebla la cual eclipsa las vistas, pero lo peor es cuando se pone a nevar: si lo hace de forma copiosa se corre el riesgo de perder la huella. Finalmente la ansiada cima y las fotos de rigor.

Nos espera un descenso no menos incierto que la subida, justo en la encrucijada con el Alalinhorn la huella es difusa por la nieve caída y la situación puede ser comprometida. Sin darnos cuenta perdemos el camino de retorno, pero a los 10 minutos nos percatamos del error y retrocediendo volvemos a la ruta original.

El siguiente día es jornada de relax por los vericuetos del valle de Saas Fee, con sus saltos de agua y el embalse de Mattmark.

La pirámide del Allalinhorn es muy llamativa para los alpinistas. Derivado tal vez del árabe, el término “Allalin” significa águila pequeña. Encabezando el Valle de Saastal este grupo aglutina tres moles de hielo, el Strahlhorn, Rimpfishorn y el Alalinhorn. La elegante arista nordeste es una ruta atrayente para nosotros.

Con un nutrido grupo de esquiadores partimos en las primeras cabinas. Un tren cremallera subterráneo nos deposita en la base del mismo donde hay un famoso restaurante circular en el que se rodaron en su día algunas escenas de una película del Agente 007. Transitando por las pistas al principio y posteriormente, ya por la huella, encontramos pendientes algo pronunciadas. De repente una visión nos paraliza, un balcón cósmico, el Matterhorn, imponente peñasco y verdadero icono de los Alpes del Valais. Superamos las últimas rampas con algún tramo mixto y nuestros crampones se plantan a los pies de la gran cruz que corona este pico.

Aún nos quedan días y el valle del Mattertal es muy tentador para nuestras botas, rodamos hacia Randa, donde en su acogedor camping nos esperan unos días de sosiego celebrando la gesta alpina.

A la localidad de Zermatt sólo se puede subir mediante el tren cremallera o los taxis autorizados, su vigía pétreo, el Matterhorn, es un poderoso imán para los montañeros de todos los continentes y para turistas. Nos sorprende la gran cantidad de orientales que encontramos.

Nuestro “trekking” sosegado es de aproximación al refugio de Hörlihutte, desde el cual se aprecia la cresta del imponente peñasco. Sus estilizadas líneas se convierten aquí en una abrupta y escarpada arista de ásperas geometrías. Por labor de los guías no existe señalización alguna en la ruta para alcanzar la cumbre, basta el más mínimo descuido subiendo o bajando y la posibilidad de perderse es muy acentuada. Con todo ello el Matterhorn está considerada la tercera montaña mas bella del planeta.

El teleférico Klein Matterhorn (pequeño Matterhorn) nos sitúa a tiro de piedra para atacar el Breithorn y con sus 4164 metros, son apenas 400 metros de desnivel, que nos brindan con sus inmejorables vistas, todo el Mattertal, el Monte Rosa, el Pólux, el Cástor, el Dent Blanch, el Zinalrothorn, el Weisshorn, etc....

Finaliza nuestro periplo alpino satisfechos con los objetivos conseguidos y los buenos ratos cosechados en nuestra corta estancia. La meteorología fue favorable y sin ningún contratiempo regresamos a León y Palencia con la idea en mente de que esta expedición da visado a otras superiores. Pero eso, es otra historia...


Javier Fernández López
Miembro del Grupo de montaña Yordas

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