"Nada hay más valiente que un caballo ciego"
Dicho escocés.
Estamos en agosto del 2004. Llegando al aeropuerto de Villanubla a las 11:15 despegamos hacia Londres donde hacemos escala para finalmente llegar a Glasgow. En esta ciudad buscamos un albergue para pasar la noche, pero están todos llenos y empezamos a dar vueltas y vueltas y tras más de de dos horas de idas y venidas acabamos en un parque, sin saco y con el frío propio de estas tierras.
No es un comienzo muy halagüeño, pero por la mañana nos decidimos rápidamente por el objetivo de la expedición. Buscamos un billete para Fort William donde se encuentra la cima de Escocia, el Ben Nevis, con apenas 1343 m. No impresiona a simple vista pero el sendero que constituye la vía normal el “Pony track” parte del nivel del mar y la meteorología, aún en verano es extremadamente inestable. Etimológicamente el nombre proviene del gaélico Beinn Nimbéis, que significa “montaña maligna”. Por la mañana en pocas horas hacemos cima aunque la niebla nos impide la visión.
Cumplido el objetivo proseguimos nuestro viaje hacia la isla de Skye. La verdad es que paisajísticamente, encontramos gran similitud con Galicia. En cuestión de precios todo está el doble de caro y llueve constantemente, razón por la que proliferan los campos de golf, añorados en todo el mundo por los amantes de este deporte. Más tarde visitamos el castillo de Eilean Donan, rebosante de historia y uno de los mejor conservados.
Haciendo pausa en Garve conseguimos un bus para Ulapool con sus casitas multicolor al lado de la costa. Este es un pueblecito de lo más pintoresco y con el sello escocés por excelencia. Nos alojamos en un “B&B”, del inglés “bed and breakfast”, muy populares por aquí y consistentes en casas particulares que te proporcionan cama y desayuno como su nombre indica, a un precio asequible, unas 20 libras cada uno.
Poniendo rumbo a Inverness, poco antes de llegar apreciamos en todo su esplendor el impresionante puente sobre el estuario del río Forth construido en 1890.
Visitando Escocia es imposible prescindir de su líquido elemento “agua de vida”, el whisky. Llegamos a la destilería “Glen Ord” que visitamos por la tarde. Todo comienza con la limpieza de la cebada y durante 15 días se mantiene en agua, transformándose el almidón en azúcar. Seguidamente se lleva a los hornos de turba para secarla. Aquí entra en juego la malta que una vez molida y mezclada con el agua de la caldera de remojo origina un mosto azucarado (wort) que fermenta durante 48 horas y así el azúcar de la malta se transforma en alcohol dando un producto de pocos grados (wash).
Característica del whisky escocés es que se destila dos veces, en unos “pot-still” o alambiques de cobre. De la primera destilación obtenemos el “low wine” eliminando la levadura y demás restos. En la segunda destilación sale un licor de 58º y rebajándolo con agua se queda en 55º. Solamente se admite colorante de caramelo por su rigurosa normativa. Finalmente el proceso de envejecimiento en antiguos barriles de jerez españoles se prolongará entre 12 o 15 años hasta su puesta a la venta. Por cierto, nos colamos entre diferentes grupos de visitantes para repetir la degustación del “agua de vida” y salimos de un contentillo…
Los Mark & Spencer son los grandes almacenes de Gran Bretaña. El viernes 27 es el momento de visitar el enigmático y famoso lago Ness, guarida de un monstruo que asemeja una serpiente gigante, que evidentemente tiene más de leyenda que de realidad. Se ha investigado cada metro minuciosamente y no se encontró ni rastro de animales prehistóricos ni nada por el estilo. En Inverness nos sorprende un establecimiento con un cartel luminoso escrito en castellano “La tortilla asesina”. Visitamos algún castillo en ruinas y otros mejor conservados como la fortaleza de Fort George del cual hicimos fotos desde el exterior.
Hoy toca Edimburgo, la capital de Escocia que custodia la mítica “piedra del destino”. Tiene un sector llamado la Royal Mile, la milla real, y realmente impresiona la venta ambulante, las farándulas sueltas y el ambiente desenfadado, lleno de turismo. Vemos la famosa puerta de Nethernow y llegamos a la fortaleza que custodia la ciudad. En el casco antiguo transitamos por unos curiosos pasadizos como calles sumamente estrechas, las “closes”, que antaño favorecían la defensa de la “city” al impedir la entrada de grandes formaciones de soldados.
Ambiente festivalero y muchas gaitas: verdaderamente la comunidad del aspa blanca, por su bandera, tiene unas señas de identidad tan antiguas como sus castillos y tan modernas como las pretensiones autonómicas de su parlamento. Aún se puede oír el estruendo de sus catapultas, la carga de su caballería y el silbido de sus ballestas. Con 5 millones de escoceses en su patria y más de 25 esparcidos por todo el mundo es un colectivo muy singular.
Texto: Javier Fernández López
Fotos: Óscar Díez Higuera y Mariano Fernández López