7 de octubre de 2013

LA CONQUISTA DEL CERVINO


LA CONQUISTA DEL CERVINO  

(Video)

                “Recordad que el valor y la fuerza no son nada sin la prudencia”   
                                             Edward Whymper


Considerada la tercera montaña más bella del planeta, después del K2 y del nevado Alpamayo, el Cervino ha sido logotipo en obras de arte, películas, publicidad, sellos, etc. Su silueta es el icono de los Alpes por excelencia.








  Edward Whymper
En 1840 nace en Londres, lejos del ambiente alpestre, nuestro protagonista Edward Whymper. Es un joven inquieto que abandona la escuela a los 14 años para integrarse en el negocio familiar de grabador. Corre el año 1860 y viaja a los Alpes con el encargo de conseguir ilustraciones de los picos más emblemáticos. Y así, sin darse cuenta esa decisión cambiaría el rumbo de su vida. Pronto desvía su atención de dibujar los picos a escalarlos, y durante 5 años intenta hasta ocho veces la escalada del Cervino por la vertiente italiana, acompañado por el guía Jean Antoine Carrel, nativo del valle de  Valtournenche.



Pero en el año 1865 el desafío toma proporciones desmesuradas, los italianos están resentidos por los éxitos de alpinistas foráneos en cimas italianas. La primera ascensión al Cervino se convierte en un asunto de estado y el ministro Quintino Sella  ordena a Carrel que contrate a todos los guías y porteadores de la zona junto con  los pertrechos necesarios, llevando incluso una mula para las provisiones. La conquista del pico, como no, será por territorio italiano, una obcecación que pagarán caro. Toda la maniobra se realiza a espaldas de Whymper quien, evidentemente, se siente traicionado. No le dejan posibilidad alguna. Lo cierto es que tan ilusionado está el inglés como Carrel y dispuesto a todo por la disputada cima ahora se ha convertido en un asunto personal.

En la soledad de su habitación del hotel y amparado por el tabaco, reflexiona meticulosamente ordenando los hechos. Es el invierno de 1864-65 cuando llega a la conclusión de que la cara oriental (suiza) conserva la nieve todo el año y no se trata de neveros perpetuos sino de toda la ladera (se refiere a la arista Hörnli) y de esa manera forzosamente la inclinación no puede superar los 45º y por lógica no abundarán las paredes verticales.





Por otra parte nos encontramos con la deducción científica: De Saussure y Forbes en sus escritos comentan que los estratos se alzan hacia el noroeste con un ángulo variable entre los 45º y algunos horizontales. No fue hasta el fracaso en 1863 cuando Whymper presta atención a la formación geológica del Cervino y relaciona la especial dificultad de la cara suroeste (la italiana) con los estratos salientes. Se convence de que el problema es la estructura global, no la textura. Es razonable suponer que la cara opuesta (la oriental suiza) forzosamente tiene que ser más fácil. 

El razonamiento científico es la clave para ascender el Cervino. Whymper regresa a Zermatt a toda velocidad. Se encuentra con Lord Francis Douglas (quien había escalado recientemente el Ober Gabelhorn) y de repente sus objetivos se unifican. Ya en el hotel Monte Rosa en Zermatt, Whymper contacta con Michel Croz, su antiguo guía, el cual ha perdido el servicio  que le había contratado otro inglés que cayó enfermo. 
 
Los siete primeros en la cima
(cuatro de ellos murieron en la bajada)
En el comedor aparece el reverendo Charles Hudson, vicario de Skillington el cual tenía la misma ambición, ascender el poderoso Cervino. Entablan conversación y el religioso se une a la expedición con una condición, llevar también a su discípulo el Sr. Hadow, con los guías Peter Taugwalter padre e hijo. Ya hacen un equipo de 7 personas, casualmente los mismos que lo intentarán por el lado italiano.







Según relata Whymper, el 13 de julio de 1865 a las 05:30 de la mañana partimos hacia Schwarzee, llegando a la capilla de las nieves a las 08:30 y recogiendo parte del equipo que se encontraba allí. A las 11:30 nos situamos en los primeros escarpes al pie del Cervino y  acampamos a 3350m de altitud. El día es apacible y descansando al sol entonamos canciones, disponemos de varias botas de vino y reponemos fuerzas. Realizo algunos dibujos y nos  preparamos para pasar la noche, unos dentro de la tienda mientras que otros prefieren vivaquear. No había mal presagio en la empresa, pero en nuestras mentes una pesadilla iba y venía a cada instante: “¿... y la cordada italiana?, ¿... habrá hecho cumbre?...  nos llevan dos días de ventaja”.

Amanece el 14 de julio de 1865, fecha que pasará a los anales del alpinismo mundial. A las 13:40 Whymper y su equipo hacen cima en el gigante de granito. Temerosos recorren la cresta y comprueban con gran alivio que son los primeros en hollar la cima. La alegría es indescriptible, plantan un mástil de la tienda con la camisa de Croz como bandera y seguidamente hacen el hito más grande que pueden. El momento es de euforia total, como si todo hubiera terminado, máxime cuando observan a los italianos a más de 380m por debajo de la cima.

Pero como una afilada brisa fúnebre portadora de victorias e infortunios llega el descenso y en la parte más crítica, cuando sortean por la cara Norte lo que hoy se conoce como Placa Moseley, resbala Hadow golpeando a Croz. Un momento después arrastran a Hudson y a Douglas, se rompe la cuerda y se despeñan mortalmente. Quien cae en el Cervino en esa parte cae cientos de metros, hasta la base.

Traumatizados, agotados y con el sabor de la victoria amarga, los tres supervivientes, Whymper y los Taugwalter padre e hijo, llegan a Zermatt, con la noticia del triunfo y de la tragedia, Se reciben críticas de todos los colores y mucho se ha escrito después sobre el trágico accidente. Desde aquí no queremos juzgar ni entrar en polémica, lo cierto es que los hechos constituyen una de las mayores epopeyas del alpinismo mundial.

Sobre Carrel, más tarde Whymper escribió en su libro: “El objetivo de su vida había sido subir desde el lado italiano por el honor de su valle natal. Durante algún tiempo la partida fue suya y la jugó como quiso, pero realizó un movimiento en falso y perdió”. De todas formas, Carrel junto con J.B. Bich consiguió hacer cima por el lado italiano tan solo tres días después, el 17 de julio.

En años sucesivos se fueron abriendo en el pico multitud de vías, por todas sus caras y aristas. Como ejemplo destacamos la escalada de la temida cara Norte en el año 1931. Dos estudiantes de ingeniería de Munich, los hermanos Franz y Toni Schmid  llegan en bicicleta a Zermatt y entre el 31 de julio y el 1 de agosto escalan en 34 horas la Pared Norte del Cervino. Al año siguiente en 1932 reciben durante la Olimpiada en Los Ángeles la medalla de oro. Toni fue condecorado a título póstumo pues unos meses antes falleció con tan solo 22 años en el Grosses Wiesbachhorn. Franz murió en 1992 a los 87 años de edad.


En 1989 se contabilizaban 600 víctimas mortales durante la escalada del Cervino y es posible que a la hora de escribir estas líneas ronden el millar, pues el promedio anual es de 12. La mayoría de los accidentes ocurren en el descenso y las causas son caídas, inexperiencia, subestima de la montaña, mal tiempo y caída de rocas. Algunas de las víctimas, incluyendo tres de la primera ascensión están enterradas en el cementerio de Zermatt. Más que en ningún otro pico, gloria y tragedia son términos indisolubles en el poderoso Cervino











Durante el verano, dos cordadas, una formada por los palentinos Óscar Díez y Leopoldo Escudero y otra leonesa con Javier Fernández y José García hacen cima por las aristas más históricas del imponente peñasco. En ambas se contratan guías. 


Leopoldo Escudero y
Óscar Díez



           







Javier Fernández y José García















 ARISTA HÖRNLII

Desde la ciudad suiza de Zermatt tomamos las telecabinas hasta Schwarzsee a 2584m y desde aquí, ya por la arista, en tres horas alcanzamos el refugio de Hörnliihütte a 3260m, donde hacemos noche. La escalada empieza a las 3 de la madrugada. Encontramos enseguida el primer escarpe rocoso equipado con maromas y continuando por las torres blancas, subimos por el filo del mismo color. Después nos desviamos un poco hacia la cara Este procurando no acercarnos demasiado a la arista, pues la roca es muy mala.

Amanece y cuando ya divisamos la cabaña Solvay buscamos unas barras de hierro hacia la izquierda y 30m más arriba estamos en la construcción a 4003m.  Este refugio fue construido en 1915 financiado por el industrial belga Ernest Solvay.  Aunque sólo está permitido usarlo para emergencias, en la actualidad muchos montañeros pernoctan allí. Continuamos nuestra ascensión y al poco nos encontramos con los pasos más técnicos en la placa Moseley,  en torno al IV grado, pero equipada con maromas. Es aquí donde la saturación y la caída de piedras constituyen el principal problema de la vía.











Ya con tendencia a la cara Este, salimos al Hombro asegurado con más barras de hierro. Nos colocamos los crampones y desde el Hombro tomamos una travesía hacia la izquierda para encontrar otra maroma. Llegamos a un muro casi vertical equipado con una escala, superada esta dificultad, ya solo queda ascender por la empinada rampa nevada superior al final de la cual  se alcanza la cima suiza a 4478m.

             


 








 





Panorama de Cevinia desde la cima






 


ARISTA DE LION








Comenzamos en la localidad italiana de Cervinia, a 2000m, antes llamada Breuil y que nada tiene que envidiar a su colega suiza de Zermatt. Caminamos por las pistas para las que también se puede contratar un todoterreno, llegando así al refugio Duque de los Abruzzos a 2885m. Continuaremos por un sendero, comenzando aquí la ascensión y escalada del pico, y atravesando la canaleta Whymper, al poco encontramos la Cruz Carrel que recuerda dónde falleció Jean Antoine Carrel.





Surcando ya los primeros neveros por un terreno mixto nos situamos en el Col del Lion a 3580m y ganando verticalidad ya por la cresta vemos una cadena en un muro vertical, tras la cual aparece el refugio de Carrel a 3830m. Como curiosidad diremos que no usamos piolet, sólo crampones. 


 

Al día siguiente, en torno a la 6 de la madrugada, proseguimos por la vertiente sur de la Gran Torre y ascendiendo oblicuamente, entre dos piedras, entramos en el Valle de los Témpanos. Una cuerda fija nos ayuda hasta un diedro de unos 25m y a partir de aquí encontraremos varios gendarmes. Atravesamos un muro liso que contorneamos por la derecha encontrando nieve y hielo. Después de otra cuerda fija de 30m alcanzamos La Corbata accediendo así al pico Tyndall ya a 4240m. Más tarde un conjunto de cuerdas y cadenas nos lleva hasta la escala Jordan, una escalera de peldaños que cuelga en el vacío. Prosiguiendo por otra maroma y saliendo a la izquierda alcanzamos por fin la cima italiana 4477m.


Javier en la cima Italiana
 










En el museo de Zermatt se puede contemplar con todo detalle como era la vida en aquellos azarosos años. Desde ese bucólico pueblecito de montaña hasta nuestros días, en los que la localidad helvética se ha convertido en un centro de turismo internacional. Pueden verse aperos para la  labranza y la ganadería así como objetos relativos a la historia alpinística del lugar como  piolets de madera, fotos de los pioneros, o la cuerda de la tragedia en la primera ascensión al pico. En fin, una visita para sumergirse en la montaña europea de hace ya más de siglo y medio.
 


Carlos, Óscar, José,y Javier
Finaliza otro raid por Los Alpes. Durante este último hemos contado con Carlos Rodríguez más interesado en la Naturaleza, los senderos, los glaciares y la fotografía y que tuvo su bautismo alpino también, alcanzando la cota de 4400m en el Monte Rosa. El alpinismo cuenta ya con dos siglos de existencia desde finales del siglo XIX en que se inicia la conquista de Los Alpes y en estos 200 años tenemos una sucesión de éxitos y tragedias de hombres y mujeres que fueron protagonistas en el momento histórico que les tocó vivir. Pero detrás, siempre está esa fuerza innata y que por naturaleza caracteriza al ser humano, su espíritu de exploración y aventura.

Texto: Javier Fernández López.
Imagen: Óscar Díez Higuera.

Iluminación del nuevo milenio

Paorama sobre Cervinia

13 de mayo de 2013

EL DESIERTO BLANCO (EGIPTO)



EL DESIERTO BLANCO (EGIPTO)



               “Lo bueno del desierto es que en algún lugar esconde un pozo de agua”

                                                                                              Antoine de Saint-Exupéry

      El Sahara es una superficie tan grande como Europa, 9 millones de km2 con unas dimensiones medias de 4000 km de Este a Oeste y 2500 km de Norte a Sur. Su denominación deriva del antiguo árabe, pues en el siglo IX un egipcio llamado Ibn Abd el Hakem le dio el nombre, que viene a significar “vacío”. Pero a pesar de su siniestro aspecto, sus temperaturas extremas, y la desolación que irradia, el Sahara es un espacio habitado.
  
     Determinadas etnias como los bereberes, tuareg, beduinos y algunos más han sobrevivido a las limitaciones de este medio, no sin un arduo proceso de adaptación. Unos aprendiendo a ser pastores nómadas, otros perforando pozos para obtener el líquido elemento y así explotar la agricultura, incluso algunos grupos más reducidos conseguían el sustento a costa del pillaje. Los pueblos saharianos tienen en común multitud de actitudes y correspondencias que los identifican como sus pobladores, en búsqueda de intereses comunes.


      Desde la monumental capital de El Cairo con 18 millones de habitantes, dejamos atrás las faraónicas construcciones que alberga y que son motivo del próspero turismo de Egipto, país cuyos símbolos en la antigüedad eran la flor de loto y el papiro. Nos dirigimos hacia el Desierto Blanco por carretera con rumbo sureste. El combustible es siempre un problema en Egipto, nos sorprenden los surtidores muy diferentes a los de Europa, estaciones de servicio llenas de mugre, muy precarias y en las que se forman colas de horas, así no es extraño que surjan reyertas entre camioneros. Llegamos al oasis de Baharya y nos detenemos 3 horas buscado carburante, al final la mejor solución es conseguirlo del estraperlo, que cuesta el doble, claro está.

 











































      Durante el viaje las corrientes de arena cruzan la carretera, y en algunos lugares se forman  grandes acumulaciones de por la acción de los vientos. A unos 700 km de El Cairo encontramos la entrada al Parque Nacional Desierto Blanco donde conocemos a Juan Zuloaga, un español afincado en Egipto desde hace más de 20 años. Con amplia experiencia en internadas en el desierto nos dice que no cambiaría este medio tan duro por nada. Regenta su propio albergue y con él nos adentramos en el fantasmagórico panorama de las arenas y formaciones geológicas de yesos y calizas. El silencio de los grandes espacios se hace patente, sólo roto por nuestras conversaciones o el ruido perdido de algún todoterreno. Existen aquí curiosas figuras a las cuales se les han puesto nombres como la gallina, el perro, la rata… son formas modeladas por la erosión del viento. Por la noche conocemos a los dos camelleros Ahmed y Said de origen beduino, saboreamos un té en medio de las arenas y descansamos: mañana nos espera una larga jornada.

 

























































































































      Son las 7 de la mañana cuando el sol nos despierta extendiendo sus rayos e iluminando la vastedad de este territorio tan desolado y aparentemente carente de vida. Desayunamos té y tostadas con aceite de oliva (todo un lujo en Egipto pues cuesta 6€ el litro) y mermelada de higos. A continuación  montamos en los dromedarios, queda un tercero para relevarse Ahmed y Said, y así hacemos realidad nuestro objetivo, una travesía al más puro estilo tradicional desdeñando los medios mecánicos en la medida de lo posible. 

       Con una temperatura de 37 ºC avanzamos por la vasta planicie arenosa, hasta que aparecen las primeras estribaciones como páramos de caliza, esculpidas durante siglos por acción de los vientos que junto con la arena han erosionado estos desniveles dándoles el aspecto actual. La calima hace  borroso el paisaje proporcionando un ambiente siniestro. Tras unas 7 horas de travesía, en lontananza divisamos el todoterreno, que actuando como vehículo de apoyo nos tiene preparada la jaima y un recibimiento, como no, bebiendo té.

 





























































      Cuando amanece en el nuevo emplazamiento Juan nos tiene guardada una sorpresa que no a todos sus clientes revela: a unos 200 m de donde hicimos vivac encontramos petroglifos, toda una manifestación de arte rupestre. Son sencillos dibujos e inscripciones de hace siglos, claro exponente del primitivismo humano en estas tierras. También encontramos fósiles y “rosas del desierto” estas son formaciones de cristales de yeso que el tiempo ha esculpido dándoles un aspecto tan inverosímil como original.


 


                                                              Proseguimos la marcha por las arenas. Necesitamos hasta tres litros de agua diarios, al mismo tiempo tenemos que vigilar el color de la orina, si es muy oscura se trata de  un claro indicio de la deshidratación. Los dromedarios pueden resistir varias semanas pero, eso sí, reciben su ración de alfalfa cada jornada. En algún tramo desmontamos para darles un respiro a los animales y andar un poco. Ciertamente la marcha a lomos de dromedario es lenta y una persona a paso vivo les puede adelantar sin mayor  dificultad. Los tonos del paisaje van cambiando, de amarillos y ocres más tarde pasan a rojizos. Especial atención merece cuando los camellos descienden las dunas, pues sus patas traseras son más largas que las delanteras, cosa que nos da cierta inseguridad, sobre todo a los que no estamos acostumbrados a montarlos. En algunos tramos las rodadas de los vehículos son siempre un punto de referencia para guiar a los camelleros.

























































































        Esta tarde alcanzamos las ruinas romanas de Labaja (Lebekha) un antiguo asentamiento que llegó a contar con 100.000 habitantes. Lo primero que observamos es el castillo semiderruido y no lejos de allí, en unas tumbas antiguas excavadas en la roca, encontramos restos humanos. Conocemos a Sayed que con sus 74 años está construyendo una hacienda en un lugar tan inhóspito y sin vías de comunicación. Ya retirado de su profesión de camionero quiere dinamizar la tierra que le vio nacer. Su arteria vital es un sistema de irrigación construido por los romanos, un complejo de canales subterráneos que hoy en día funciona perfectamente. De esta forma con pequeños cultivos y temporada tras temporada va comiendo metros al desierto. Nos enseña unos botes que en principio parecía que contenían piedras, pero no, se trata de algunos escorpiones,  nos mata la curiosidad y nuestra pregunta es ingenua: ¿Sayed, te ha picado alguno? nos dice  que a lo largo de su vida unos 15.


      Esta noche se desata una ventolera que arrastra arena por doquier, Juan nos dice que estas rachas no suelen durar más de una hora y que otra cosa son las tormentas de arena, pero estas se dan en otras épocas del año. En invierno por el día se puede ir en manga corta pero al caer la noche la temperatura desciende varios grados bajo cero.

  


























        Es el último día, a la hora de reanudar la marcha nos cruzamos con una caravana, estos son alemanes que ya hacen 9 días de recorrido, van andando con los pertrechos a lomos de los camélidos. No muy lejos vemos unas máquinas perforando un pozo, el agua se encuentra entre 100 y 175 m de profundidad y si hay suerte puede irrigar 100 Ha. El coste de la perforación viene a ser de unos 5000€. Comienza a atardecer y al fin vemos el oasis de Bir Romania. Desde este rincón el desierto nos ofrece su perspectiva particular, ya vemos árboles, dromedarios pastando y una fuente artesiana, donde el agua mana en abundancia y caliente. Esta claro, el baño no se hace esperar.

                                                                            

















      Nos queda el regreso al albergue de Juan, pero el desierto siempre receloso de su soledad e imprevisible nos juega una mala pasada, el todoterreno queda atorado en las arenas, ávidos en este medio Juan y su ayudante Atif manipulando las válvulas de los neumáticos hacen perder presión ya calculada y con algunos empujones en una hora salimos del atolladero. Por la noche Juan nos enseña “Bab el Ramblat”, la puerta de las arenas, que es el nombre de su hospedería, la cual espera en los próximos años se convierta en un próspero negocio.
 

















      Finaliza una aventura más, esta vez en África, donde hemos tenido la ocasión de conocer una gente encantadora por lo que no quisiéramos dejar de mencionar a ninguno. Essam y Nesma, guías en El Cairo, Aladino el guía de Luxor, Ahmed y Mahmud los conductores, Ahmed y Said, los camelleros y Juan Zuloaga el “jefe de expedición” y su ayudante Atif. Para todos ellos nuestro respeto y nuestra amistad quedarán sellados como los pasadizos de las Pirámides.

Semana Santa del 2013.

Guión:            Javier Fernández López
Fotografía:    Óscar Díez Higuera