2 de abril de 2009

Tanzania: los Hadza

EL PUEBLO HADZA DE TANZANIA

Durante el mes de julio del 2002, Javier Fernández y Óscar Díez, viajeros de León y Palencia respectivamente, anduvimos por el Este de África, en tierras de Tanzania y Kenia. Somos montañeros, y uno de nuestros objetivos fue ascender al techo de África Monte Kilimanjaro, y de paso recorrer algunos de los Parques Nacionales más importantes como el del Monte Kenia, Serengueti, Masai Mara y otros.

Durante la estancia en el Serengueti un grupo de españoles nos habló de los Hadza, una tribu de cazadores recolectores a los que visitaron y que les sorprendió por el primitivismo de su modo de vida. Así que decidimos ir nosotros también a visitarlos. Esta es una de las ventajas de viajar por cuenta propia: en cualquier momento puedes cambiar los planes o hacer cosas que no estaban previstas.

En el Norte de Tanzania nuestro centro de operaciones fue la ciudad de Arusha, donde se concentran la mayoría de los servicios de agencias, alquiler de vehículos y guías para recorrer la zona. Allí contratamos un todoterreno grande, con conductor y guía, para que nos llevaran a las orillas del lago Eyasi por donde se encuentran los Hadza. En el mapa adjunto puede verse la diversidad de pueblos y lenguas que se hablan en la zona, por lo que durante las últimas décadas han recibido la visita de estudiosos de todo el mundo.

Salimos de Arusha en nuestro vehículo, primero por asfalto, luego por una pista en obras, después por caminos, y al final campo a través por zonas extremadamente polvorientas, hasta llegar al poblado de Mangola, tras varias horas de viaje. Es un lugar de casas dispersas, sin luz ni agua ni servicio de ningún tipo, donde nos alojamos en un bar que disponía de algunas “celdas” para posibles viajeros. Como curiosidad, decir que ése día el lavado de dientes se hizo usando cerveza en vez de agua.

Al día siguiente contratamos un “guía local” que nos llevó hasta un campamento de los Hadza, y nos ayudó a comunicarnos con ellos, a la vez que nos explicaba algunas de sus costumbres y modo de vida. Durante nuestra estancia nos enseñaron cómo preparaban sus arcos y flechas, la forma de hacer fuego, sus métodos de caza, etc. Con las mujeres estuvimos recogiendo frutos y raíces salvajes que después cocinamos. Y entre todos nos enseñaron algunas de sus danzas y canciones.

Al llegar al campamento pensamos que todo aquello era un montaje para turistas, pero la verdad es que estos grupos siguen su modo de vida tradicional a pesar de los esfuerzos del Gobierno para asentarlos como luego veremos. Actualmente varias agencias de viajes están llevando pequeños grupos de “turismo de aventura”, lo que junto con otros muchos problemas como el choque con otros pobladores y colonos de la zona, augura un escaso futuro a este modo de vida.

A continuación explico algunas características y costumbres de este interesante pueblo basadas en nuestras observaciones y en información obtenida, ya de regreso, en nuestro país.

LA TRIBU DE LOS HADZA

En la actualidad quedan en Tanzania unos cientos de individuos de la tribu Hadza o Hadzabi (leído jad-sa-bi, que es como se llaman a sí mismos, aunque las gentes de la zona les llaman “bosquimanos”). Otros nombres son Tindiga o Kindiga. Su lenguaje es único, siendo característico el sistema de chasquidos que de vez en cuando introducen y que también se observa en los Bosquimanos del Kalahari.

Tal vez representen a los últimos cazadores recolectores de África y su modo de vida recuerda al de nuestros antepasados, que seguramente también anduvieron hace miles de años por estas tierras, donde se supone que se originó la especie humana (no muy lejos se encuentra el famoso yacimiento de Olduvai que también visitamos)

Los Hadza cazan, recogen plantas comestibles y miel, desplazándose continuamente por la zona del lago Eyasi en la que viven. Este lago es de agua salobre y uno de los principales problemas que se les presenta en la actualidad es el acceso a sus lugares tradicionales de obtención de agua potable, por la competencia de los otros pobladores de la zona. Aproximadamente cada dos semanas cambian el asentamiento de sus campamentos, formados por grupos de unos 15 adultos con sus niños, y se establecen en otro sitio entre las rocas o los matorrales de esta seca sabana.

Las mujeres son las encargadas de acondicionar el lugar doblando y tejiendo las ramas de matorral para formar estructuras redondeadas que después cubren con ramas y hierba. Aquí se cobijarán en la época seca, mientras que en temporada de lluvia se refugian entre las rocas o en pequeñas cuevas, en las que pueden verse pinturas que indican su uso desde épocas remotas. Su ajuar consiste en algunos recipientes para cocinar y acarrear agua, pieles de animales sobre las que se sientan y duermen y algunas herramientas y utensilios para afilar flechas, limpiar pieles, machacar, raspar, hacer fuego, etc.

Aunque viven a la intemperie se cubren con escasos vestidos y usan las fogatas para calentarse. Como pudimos comprobar, tardan menos de 1 minuto en hacer fuego frotando una varilla de madera dura sobre un fragmento agujereado de madera más blanda.

Este pueblo rechaza establecerse en poblados o seguir el modo de vida “sedentario” de los agricultores o ganaderos. Durante décadas han resistido los esfuerzos, primero del Gobierno colonial inglés y después del tanzano, para establecerlos, construyéndoles alojamiento y enseñándoles a cultivar. Por ejemplo, en 1964 el Gobierno les proporcionó casas de ladrillo, agua, escuela y un centro de salud, pero con el tiempo algunos enfermaron o murieron a causa de enfermedades como el sarampión, de la monótona dieta o del, para ellos, aburrido modo de vida. En 1979 casi todos habían vuelto a sus antiguas costumbres.

El antropólogo inglés James Woodburn estudió a los Hadza intensamente en los años 60, y posteriormente volvió en varias ocasiones. Publicó varios artículos en los que está basada esta información.

CAZA

Los hombres utilizan para cazar arcos y flechas, y casi siempre lo hacen en solitario. Al alcanzar los 10 años los niños se construyen su primer arco y con él cazan pequeños animales como conejos, ardillas o pájaros. Los arcos de los adultos son grandes, de casi 2 metros de largo, y resultan difíciles de estirar. Los Hadza prefieren que sean poderosos a que sea precisos, lo que trae como consecuencia que deban cazar a corta distancia, entre 20 y 50 m para disparar sobre impalas, cebras o jirafas.

Algunos cazan también predadores como leones o leopardos, y carroñeros como chacales, hienas y buitres. Sin embargo evitan la caza de reptiles: lagartos o serpientes. Para los grandes animales ponen veneno en la punta de las flechas. El veneno tarda en actuar, así que después e herir al animal el cazador lo sigue hasta que muere.

Por lo general comen la caza in situ y solo se alimentan ellos, únicamente cuando sobra lo llevan al campamento. Puede destacarse que este pueblo consigue satisfacer sus necesidades nutricionales sin mucho esfuerzo, equipo o preparación. Muchos no capturan nunca grandes presas, pero se conforman con los alimentos vegetales y pequeños animales. De todas formas los buenos cazadores comparten sus capturas con los otros, y con las mujeres y niños.

Entre los Hadza se aplica el principio de “a cada cual según su habilidad o su necesidad”. Lógicamente los mejores cazadores son favorecidos por las mujeres y son bienvenidos cuando regresan o se unen al campamento, pero las interacciones sociales en este pueblo están notablemente libres de envidias, resentimientos, elitismo, tiranía o cualquier tipo de propiedad privada. Hacia la edad de 45 años los hombres dejan de cazar, aunque siguen llevando sus arcos durante el resto de su vida.

Como curiosidad diremos que hay una situación en la que se agrupan para cazar. Ocasionalmente salen al anochecer, rodean a una familia de babuinos y los matan a todos. Es un comportamiento similar al observado entre los chimpancés del Parque Nacional Gombe, que a veces forman grupos de caza para matar a otros monos colobos rojos. Ni los Hadza ni los chimpancés hacen esto por necesidad, por lo que estos violentos encuentros con miembros de especies semejantes deben tener otro significado.

RECOLECCIÓN

La recolección comienza pronto, en la infancia, cuando los niños ayudan a sus madres y hermanos mayores a recoger bayas, extraer raíces y obtener semillas y pulpa del fruto el baobab. Estos alimentos proporcionan el 80% de la dieta normal, el otro 20% procede de la carne llevada al campamento y de la miel de abejas salvajes extraída de colmenas en los árboles.

Los Hadza no promueven la conservación de sus fuentes de alimento. Así cuando extraen raíces sacan toda la planta y cuando recogen miel no reparan el panal para que las abejas vuelvan. Además saben como secar o ahumar la carne, pero raramente lo hacen. En vez de eso prefieren “vivir al día”...

VESTIDO Y ADORNOS

Las mujeres usan tres prendas: una falda corta de suave piel de impala, con adornos de cuentas o conchas. Una segunda prenda cuelga por delante y sus adornos son diferentes según la mujer esté o no emparejada. Por encima llevan otra prenda mayor, también de piel de impala, que les sirve para abrigarse o transportar alimentos, madera o bebés.

Los hombres se visten con pieles de pequeños animales, sujetando la prenda inferior con un cinturón de cuero en el que cuelgan una vaina con un cuchillo. Todos llevan sandalias para proteger sus pies de las espinas de la sabana. Tradicionalmente eran de cuero de cebra, pero ahora son más populares las suelas fabricadas con restos de neumático.

VIDA SOCIAL

Durante los ratos de ocio los hombres practican un juego en el que lanzan discos de corteza de baobab, apostando sus arcos, flechas o algún alimento. Son frecuentes también los cantos y danzas en los que todos intervienen.

Individualmente los Hadza van y vienen cuando les apetece. Pueden moverse solos, unirse a un campamento, irse de uno a otro o permanecer en un área pequeña juntándose a cualquier grupo que pase por allí. Sin embargo las parejas, que suelen permanecer unidas varios años, tienden a vivir con el grupo de la madre de la mujer. Cualquiera de los dos es libre de abandonar su unión y buscar una nueva pareja. Si el hombre y la mujer viven separados mas de 2 semanas se considera ya disuelto su vínculo.

Los campamentos no poseen ningún jefe y no tienen conciencia de grupo permanente. Por otra parte la idea de propiedad privada debe parecer absurda en un pueblo que lleva todo lo que necesita sobre sus espaldas. De la misma forma desdeñan el concepto de territorio propio, ellos se mueven y se establecen cuando quieren. Si alguna otra tribu toma posesión de algún lugar que los Hadza solían utilizar, prefieren desplazarse a otro antes que crear conflicto, con la excusa de que los frutos o la caza son más abundantes en otros lugares.

Para terminar debemos comentar que todo lo anterior no es mas que una visión muy general, y que en la actualidad este pueblo con sus costumbres y tradiciones están en franco retroceso, a pesar del interés de algunas instituciones por su conservación. Tampoco creo en la conveniencia de las visitas turísticas, aunque nosotros lo hayamos hecho.

Finalizo con una cita de 1847 cuyo autor es Henry David Thoreau:. Dice así: “Los hombres se han convertido en herramientas de sus herramientas. Aquel que solía coger frutas cuando tenía hambre se convirtió en agricultor, y aquel que se quedó bajo un árbol buscando refugio se transformó en dueño de su casa. Nunca más salimos a acampar durante la noche, sino que nos asentamos en la tierra y nos olvidamos del cielo.”

1 comentario:

  1. Que maravilloso pueblo, libre de prejuicios, envidias y ambiciones.
    El relato muy ajustado a la realidad. Me ha gustado mucho.
    Tuve la fortuna de poder pasar con ellos un día, en su campamento, ir con ellos de caza y estar en su ambiente. También les hice muchas fotografías.
    Un saludo

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