22 de febrero de 2010

Rocosas Canadienses

CADENA DE MARAVILLAS
(Las Rocosas Canadienses)


“Hay determinados instantes, podríamos decir que determinados momentos, en que llegamos a conocernos mejor que en años enteros”.

F.M. Dostoïevski

Julio del 2009: Óscar de Palencia y Javier de León regresan a Norteamérica en busca de un destino mítico donde los halla. En un país con casi 10 000 km2 y una densidad de 7 habitantes por km2 encontramos una bandera con la hoja de arce, sin lugar a dudas estamos en Canadá.


Ubicado en el estado de Alberta tomamos tierra en Calgary y muy pronto te percatas del avanzado desarrollo que se respira en el país, sus edificios, su cuidado urbanismo, sus fluidos medios de transporte, el aire cosmopolita se enseñorea del ambiente.

Dio la coincidencia de que en estos días se celebra la “Stampede Calgary” que está considerada “El mayor espectáculo del mundo al aire libre” y el rodeo más importante de América. Durante 10 días la ciudad adquiere un ambiente vaquero como si estuviéramos sumergidos en un “western”, la inaugura un desfile por todo lo alto, con un recorrido de 4,5 Km por el centro de Calgary.

Los espectadores rondan lo 350 000 y se retransmite por todas las cadenas, en el año 2006 se bate el record de visitas con 1260 000… por fin vemos a la Policía Montada del Canadá, tan famosa en las películas. Hay degustación de parrilladas, hamburguesas, tortillas, exhibiciones de todo tipo, conciertos y un espectacular rodeo como actividad estrella, dotado con 1800 000 $ canadienses para el ganador.

Ni su encanto ni su fascinación detienen nuestra marcha y al día siguiente ponemos rumbo a la Montañas Rocosas, verdadero objetivo de la expedición. Son más de 600 km a caballo entre los estados de la Columbia Británica y de Alberta. Durante el trayecto apreciamos la antítesis de la inmensidad de las verdes praderas y la taiga boreal.

El parque nacional de Jasper es el más septentrional y el mayor con 10 800 km2.
Nuestros primeros pasos de exploración nos llevan por los barrancos del río Maligne el cual a esculpido minuciosamente durante siglos las paredes que lo rodean, propiciando el espectáculo actual. La belleza del lugar es predecesora de la del lago Maligne que lleva su mismo nombre y cuyas fotografías han dado la vuelta al mundo.

No tenemos buen tiempo (precisamente una de las razones para encontrar una naturaleza tan desbordante es la acentuada pluviosidad, y las aguas azuladas son el tributo de los glaciares que nutren esta tierra). Decidimos ascender las Bald Hills para apreciar las vistas del lago. Pero justo antes de hacer cima un aguacero nos empapa sin dilación y el panorama desaparece, hacemos cumbre y emprendemos el descenso con más pena que gloria.

Por la tarde visitamos el pico Edith Cavell con su lago glaciar. El pico fue así nombrado en honor a una enfermera británica fusilada en la I Guerra Mundial por haber ayudado en su hospital a soldados belgas, franceses e ingleses. Las píceas, abetos y alerces crecen por doquier en el terreno abandonado por los hielos glaciares: igual les da el terreno horizontal o vertical, tierra fértil o pedregal.

Desde la carretera las señales que vemos son de lo más variopinto y curiosas de verdad: peligro, osos sueltos, caída de árboles, avalanchas, cuidado con los ladrones y delincuentes,…No tenemos que buscar fauna, por la misma carretera nos adentramos en un safari improvisado. Apenas a 10 metros de la calzada aparece un caribú pastando, poco después un oso negro cruza con pasmosa tranquilidad pues sabe que tiene preferencia… damos un frenazo y salimos corriendo del coche con la cámara, cosa que, por cierto, está prohibida. Ardillas vemos por centenares pululando entre las rocas, las hojas y las ramas.

Las imágenes de las Rocosas perduran en la retina para siempre, las combinaciones de la Naturaleza en este lugar del planeta alcanzan su cenit. Ríos y lagos, soberbios bosques de coníferas y altivas montañas, adquieren aquí una sintonía mimética con el horizonte, mostrando un cielo rojo escarlata a la puesta del sol y un azul cobalto en su orto.

Ya en el parque provincial del monte Robson por casualidad topamos con un español afincado en Canadá hace muchos años. Casualmente nació en Palencia y su familia vive en León (¡qué grande y que pequeño es el planeta!). Amablemente se presta para hacer de intérprete cuando pedimos información sobre la montaña al Ranger. Este con pesadumbre nos dice que el Robson se asciende en las dos últimas semanas de agosto y que es necesario contratar un helicóptero, bastante caro, por cierto. Aun así nos quedan muchas cimas y el pico Athabasca es nuestro siguiente objetivo.

El glaciar del pico Athabasca es visitado por turistas en autocares especiales que se desplazan sobre el hielo. La ascensión comienza en la madrugada con un pedrero de transito difícil, no optamos por la vía norte normal, la cara oeste nos resulta más convincente.

La luz del amanecer nos anima al tiempo que la cellisca aumenta su velocidad por rachas. Sorteando una cascada de hielo trazamos una ruta sin huella alguna que nos sitúa en una elegante arista y sin gran dificultad hacemos cima a 3 491 m..El panorama es de pegada, el tiempo ha despejado y varios glaciares nos circundan. Ese día solamente lo intentaron ascender una austriaca y su guía pero finalmente desistieron. La soledad de estos parajes y la sensación de paz son indescriptibles.

Regresamos a Jasper hacia las 5 de la tarde, cansados pero contentos. Al día siguiente nos desplazamos al parque nacional de Banff, durante el trayecto nos llaman la atención unos curiosos puentes bajo los cuales pasamos. En realidad se llaman “ecoductos” y salvan la carretera para que sean usados por los animales, evitando así el aislamiento de las especies.

En la localidad de Canmore encontramos el Club Alpino Canadiense con una sede que más bien parece una mansión alpina, dispone incluso de sauna, salón de juegos, Internet, biblioteca... Como en toda área montañosa no puede faltar aquí el recuerdo de los pioneros de las Rocosas dignos de todo elogio, abriendo rutas y hollando las cimas con sus precarios medios. El Club Alpino Canadiense cumplió su centenario en el 2006.

En la ciudad de Banff la historia comienza, como en muchas otras poblaciones, con el ferrocarril. Los trabajadores de la Canadian Pacific Railroad descubren por casualidad unas grutas con aguas termales y a los pocos años en el lugar surge la citada localidad.

Los guías de montaña suizos son los primeros en adentrarse en este paraíso y comienzan su negocio con una modesta cabaña para 6 clientes. Con el tiempo se irá ampliando sucesivamente hasta nuestros días donde ya nada queda de las primeras instalaciones. Actualmente encontramos aquí un lujoso y gigantesco complejo hotelero

Algunos senderos te advierten de la presencia de osos y te recomiendan ir acompañado, incluso en algunos es obligatorio bajo pena de multas elevadas. Aquí son típicos entre los turistas los cascabeles antiosos y los spray repelentes para ahuyentarlos. Nos sorprende en una tienda un enorme esqueleto que parece de un oso, está valorado en 30 000$ y se trata de un antepasado del género Arctodus.

No muy lejos aparece el lago Esmeralda, otro paisaje de ensueño: aquí ningún rincón de las Rocosas tiene desperdicio. El color uniforme de sus tranquilas aguas y su textura nos recuerda la mencionada piedra preciosa y es un marco incomparable para el bosque de píceas que lo rodea, creando de esa forma un entorno silencioso pero que habla por sí sólo.

En el parque nacional de Yoho se ubica la Takakkaw Falls que despliega un salto de agua con 380 m de caída. Se puede ir hasta la base de la columna acuífera y con el estruendo que produce te percatas de que la naturaleza es la auténtica reina del lugar.

Pero en las proximidades del lago O´Hara nos está esperando el siguiente objetivo, el pico Lefroy con sus 3423 m. Primero se accede en los típicos autocares amarillos, como si fuéramos colegiales y después, ya a pie, empezamos circunvalando el lago. Las casitas de madera a sus orillas, a parte de no desentonar, le dan un ambiente de fábula al paisaje.

A medida que ganamos altura aparecen saltos de agua y más lagos, y continuando nuestro camino, cada paso que damos se convierte en un episodio sensorial. Ahora nos sorprende una marmota a la que, la verdad, poco le importa nuestra presencia y poco después las ardillas curiosean en derredor nuestro.

Atravesando los primeros neveros atacamos un enorme pedregal que requiere largas horas de peleona ascensión hasta que finalmente alcanzamos el refugio Abbot Pass Hut a 2900 m, enclavado en el paso o collado Abbot, como su nombre indica. Cuando llegamos no hay guarda pero encontramos allí todo lo necesario y recurrimos a fundir nieve para obtener el líquido elemento.

Son las 4 de la madrugada, salimos y con la oscuridad de la noche avanzamos, a paso de sonámbulo, precedidos por un inglés y dos canadienses. A las dos horas las lenguas anaranjadas del sol empiezan a lamer las dorsales de las Rocosas. Por desconocido que suene el parque nacional de Yoho desde las alturas comprobamos que no tiene nada que envidiar a los más popularizados. Ya en la antecima acometemos las últimas rampas, que con sus 50º y totalmente heladas exigen toda nuestra atención, consiguiendo así nuestra segunda cima.

Para celebrar la gesta montañera decidimos dar un pequeño festín a la vista visitando el lago Moraine, seguramente uno de los más fotografiados del mundo. Al ser fácilmente accesible nos encontramos con gran afluencia de turismo y un espectacular hotel a sus orillas.

No muy lejos comienzan algunas rutas de senderismo descritas por el trazado del antiguo ferrocarril, hay puentes en ruinas y rampas ya sin vías. En la actualidad para atravesar las Rocosas inventaron un ingenioso sistema que salva los desniveles, losl llamados pasos en espiral con túneles (spiral tunnels). En Canadá los convoyes en ocasiones sobrepasan el kilómetro de longitud con 140 vagones y en las espirales a veces la cabeza alcanza a la cola por el otro nivel.

En Squilax el albergue a la orilla del río es un tren acondicionado por dentro. Un lugar pintoresco en el que encontramos gente curiosa y donde recordamos el desayuno con cierto recelo: unas tortas con sirope en cazuelas completamente negras con mugre de varios años, pero el resto de las comidas nos las hacíamos nosotros, y el lugar merece la pena.

Otra de las modalidades deportivas dentro de nuestra federación es el descenso de rápidos en ríos caudalosos o “rafting”. En Canadá hay gran afición y el río Adams acapara nuestra atención, invirtiendo todo el día en el descenso de un tramo. En los botes neumáticos embarcamos una representación internacional: con alemanes, franceses, ingleses y españoles. En algunos trechos la navegación es tranquila, en otros alcanzamos el grado 3 y la emoción esta servida. Posteriormente en kayak remontaríamos, en busca de castores, el curso de otro río más tranquilo y caudaloso el río Shuswap.

Es imposible estar en Norteamérica y no sentirse subyugado por aquella época denominada “conquista viejo oeste”, y sin buscarlo demasiado tenemos la oportunidad de visitar un rancho conservado tal y como era hace más de un siglo. Disponemos de una diligencia, el “saloon”, la herrería, toda la serie de utensilios y aperos empleados en las labores de ganaderas y agrícolas de la época y unos tipis con algunas nativas de la reserva establecida en las proximidades. En definitiva una perfecta puesta en escena para rodar Bonanza o El Virginiano. Poco después y antes de que se nos olvide degustación obligatoria del helado de arce, “maple” en inglés, elaborado con el famoso jarabe obtenido de la savia del arce.

Intrigados por esa misteriosa isla llamada isla de Vancouver levamos anclas y navegamos en el gran transbordador rumbo a Manaimo. La vegetación de la isla es exuberante, aquí el gran monarca es el cedro rojo y la pícea de Sitka de gran envergadura que predomina en la costa. Sin ir más lejos, fue en Vancouver donde nació la famosa organización ecologista Greenpeace, en principio para defender sus bosques. En la isla la comunidad kwakiutl tiene como tradición predilecta la conservación de los tótemes, todo un icono de la cultura nativa.

Se nos acaban los días y como clausura visitamos fugazmente la ciudad de Vancouver. Toda la metrópoli se debate entre la cultura anglosajona y la yanqui. Poco a poco la influencia española disminuyó y la británica fue aumentando, lo que es hoy la Columbia Británica se adhirió a la Confederación Canadiense en 1871. Durante las últimas décadas tuvo que adsorber ingentes cantidades de emigrantes chinos sobre todo que fueron mano de obra barata para la expansión del ferrocarril y posteriormente se instalaron en un voluminoso barrio con sus típicos negocios. El reloj de vapor y el edificio del gobierno son otras de las curiosidades de la urbe.

El mes se nos hace corto y en Canadá se detiene el tiempo cuando lo visitas, su naturaleza bien puede ser el espejo del Edén y todo un patrimonio de la humanidad. Se necesitan más días para saborear estos parajes donde, más que en ninguna otra parte, el ser humano no sabemos si es un intruso o un invitado, o al menos, así lo sentimos nosotros, dos exploradores.

Texto: Javier Fernández López.
Fotos: Óscar Díez Higuera

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