1 de octubre de 2010

Atacama, Uyuni, Humahuaca

 EL COLOR DEL SILENCIO





“La difícil y continua búsqueda de nuestro interior es lo que realmente nos hace ser más auténticos”
Peter Handke
 



Nos encontramos en julio del 2010, invierno en el trópico de Capricornio. Óscar, Ignacio y yo, de Palencia y León, nos disponemos a explorar los parajes más desolados de Chile y Bolivia y tal vez de los más despoblados del planeta, como son el desierto de Atacama y el salar de Uyuni.

Llegamos a Antofagasta, ciudad norteña de Chile que da su bienvenida a los forasteros con “la puerta de Antofagasta”, espectacular estructura pétrea como arco del triunfo acuático, que parece desear suerte a los que nos adentramos en unas tierras tan áridas. Desde aquí tomamos primero un bus hasta Calama y tras pasar la noche en esta ciudad tomamos otro hacia San Pedro. Por fin estamos en San Pedro de Atacama, localidad base para conocer la zona y todo un vergel de vida en un entrono tan hostil.

ATACAMA

La definición actual del Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente considera desérticas todas aquellas regiones que reciben menos de 250 litros de agua o nieve por metro cuadrado al año, repartidos en un máximo de 10 días. En total constituyen un 6,6 % de la superficie emergida del planeta.

Concretamente el desierto de Atacama es un desierto costero que debe su existencia a la corriente de Humboldt, proveniente de la Antártida y que circula por la costa oeste de Sudamérica. La acción de los vientos desde la tierra hacia el mar desplaza las aguas superficiales océano adentro, siendo estas sustituidas por las frías aguas de las profundidades. El resultado es que la evaporación es casi inexistente y la humedad en el aire prácticamente nula, convirtiendo este desierto en el más árido del mundo.

Con apenas 1000 habitantes, San Pedro de Atacama es un lugar turístico con inusitada afluencia. Esta construido con bloques de adobe y su iglesia es monumento nacional, pero también el museo arqueológico Gustavo Le Paige es visita obligatoria. En él, aparte de los pertrechos de su antiguos moradores, podemos ver tapices y determinadas piezas del preciado metal amarillo. Siendo éste realmente objeto de veneración, fue la causa de su aniquilación.






Son las 4 de la madrugada y montando en el todoterreno nos vamos a los géiseres de Tatío. Sobrecogedor espectáculo de vulcanología donde decenas de fumarolas de diversos tamaños expulsan vapores a toda mecha. El campo geotérmico es de 3 km2 y en algunos lugares el agua borbotea a 85 ºC, alcanzando los géiseres hasta 6 m de altura, Ni que decir tiene que lo mejor es darse un gratificante baño en un estanque acondicionado y a una temperatura más aceptable, pues en el exterior nos encontramos bajo cero. Posteriormente visitamos el pueblo de Machuca con su típica iglesia colonial y ya de regreso a S. Pedro recorremos el bosque de cactus.

Le llega el turno al Valle de la Muerte con el curioso Mirador del Coyote. Este nombre está inspirado en un desafortunado hecho: al producirse la estampida de un rebaño de animales, varias cabezas de ganado acabaron despeñándose. Con el paso del tiempo, el viento y la lluvia han cincelado los cerros de sal, yeso y arcillas surgiendo así interesantes texturas y formas minerales.


El Valle de la Luna esta a 19 km de S. Pedro y como su nombre indica semeja la desolación lunar siendo uno de los parajes más inhóspitos de la Tierra. El viento ha esculpido montículos y hondonadas con paisajes que parecen de otro planeta y de ahí su nombre. En 1982 fue declarado Santuario Natural. Dentro de poco anochecerá pero antes nos asomamos a la Gran Duna para disfrutar de la puesta de sol. En lontananza observamos las Tres Marías y el Anfiteatro, impresionantes crestas con un filo que parece desafiar al firmamento.

En la Laguna de Céjar y a causa de su alto grado de salinidad, comprobamos la gran flotabilidad adentrándonos en sus aguas. Aunque el agua caliente siempre tiende a subir, aquí curiosamente la parte superficial está muy fría pero manteniéndonos flotando en posición vertical, a la altura de las rodillas ya sentimos el calor de la profundidad.

El nombre de Ojos del Salar describe dos grandes socavones circulares con aguas de nítido reflejo. Próxima a ellos, la laguna de Tebinquinche también nos ofrece su brillo de espejo y se puede cruzar caminando de lado a lado ya que su profundidad es escasa. A la caída del sol nos invitan a un pisco sour, un cóctel preparado con aguardiente y jugo de limón con otros agregados, bebida muy típica de la gastronomía andina.

Le toca el turno a las Lagunas Altiplánicas, ubicadas en la Reserva Nacional de los Flamencos. Las lagunas en cuestión son Miscanti y Miñiques y se sitúan a 4200 m de altitud, en un entorno andino de belleza singular. En ellas nidifica un ave llamada tagua cornuda (Fulica cornuta) la cual se encuentra en situación vulnerable y por ello las férreas medidas de protección hacen que sólo transitemos por un determinado camino delimitado por piedras. Dentro de la Reserva se encuentra el Salar de Atacama donde es posible ver los flamencos a distancia moderada.

El pueblo de Toconao se sitúa a 38 Km al sureste de S. Pedro. Enteramente colonial, está construido con piedra liparita de origen volcánico y destaca por su torre campanario y su artesanía. La agricultura y ganadería son sus fuentes de trabajo.

A varios kilómetros de S. Pedro, las termas de Puritama son unas fuentes naturales que dan lugar a un torrente con agua a temperatura muy agradable, y como por estos parajes no hay nadie, es el momento de darnos un baño tal y como vinimos al mundo. El regreso no tiene desperdicio lo hacemos en bici y son 30 Km de descenso con todo su aliciente.

El pukará de Quitor, también cerca de S. Pedro contiene ruinas de un asentamiento preincaico del siglo XII. Empleando la técnica de aterrazamiento conserva unas 200 estructuras. En la parte superior nos encontramos con una curiosa construcción a modo de plaza minúscula haciendo referencia a los 25 jefes locales que fueron ejecutados por ofrecer resistencia a los conquistadores españoles que, al mando de Diego de Almagro con 30 hombres a caballo, iniciaron la colonización de la zona en 1536. En dicha parte la imponente perspectiva del volcán Licancabur, vigila recelosa nuestros pasos mientras en los alrededores un lugareño toca la zampoña.

No podemos marchar del lugar sin degustar su gastronomía como la típica patasca, un guiso de papas con maíz y vacuno, o el plato más característico: carne de llama, parecida a la de potro aunque un poco más dura, preparada a la brasa o guisada de muy diferentes formas.


LICANCABUR


Dejamos atrás el desierto chileno para adentrarnos en Bolivia. La mayoría de los que pasamos la frontera somos occidentales y desayunamos en ruta precariamente, de pie y con un viento helado. Entramos en la Reserva Nacional “Eduardo Avaroa” de fauna andina trampolín para el Licancabur. Nos establecemos en el albergue de la entrada a la reserva, frente al puesto de los guarda parques. Cerca de aquí conocemos a Macario el guía más veterano del lugar que el 7 de julio del 2010 contabilizaba 493 ascensiones al volcán.

También cerca del albergue, exploramos las proximidades de la laguna Blanca donde la gran cantidad de formaciones pétreas con forma curiosa nos llama la atención. Se trata de estromatolitos, fósiles producidos por la acumulación de partículas carbonatadas debida a bacterias muy primitivas, de la época en que se originó la vida en la Tierra.

Mañana es el día clave para el ascenso al Licancabur, madrugaremos para la ascensión del volcán. Tenemos que atacar por la parte boliviana pues, según nos cuentan, por Chile durante el conflicto con Bolivia, minaron los accesos y se olvidaron los lugares donde se instalaron los dañinos artefactos.


Son las 4 de la mañana y el vehículo nos deja en el campo base, en esta ocasión vamos acompañados por dos belgas y tenemos que salvar 1400 m de desnivel. Hace frío durante las primeras horas pero cuando amanece el paisaje es espectacular, la claridad nos anima y la temperatura nos reconforta. El paso es lento pero continuo hasta los últimos 200 m en los que paramos más a menudo. Hacemos cima hacia la una de la tarde y el panorama nos impresiona, el lugar es todo un mirador cósmico a 5916 m y en el profundo cráter encontramos una laguna helada… otra cima para la colección.

Hoy es el cumpleaños de Ignacio y para celebrarlo visitamos la laguna Verde, color que adquieren sus aguas debido a los minerales de magnesio, azufre, cobre y arsénico, evidentemente no vemos bicho viviente en el lugar.


Continuamos el periplo del neumático y ahora estamos en los geiseres Sol de Mañana, otro alucinante campo geotérmico donde se registra frenética actividad volcánica. Muy cercanas están las termas de Polque en las que también aprovechamos para darnos un baño en plena Naturaleza. Antes de que oscurezca, sobre las seis y media, nos instalaremos en nuestro albergue en las proximidades de la laguna Roja, aquí no tenemos agua y a cambio nos dan Coca-cola en la cena.

El color de la laguna Roja se debe al pigmento rojo que contienen sus algas, las cuales a su vez son el primer eslabón de la cadena alimentaria de grandes cantidades de aves, principalmente flamencos. Curiosamente al amanecer quedan libres algunos de ellos que quedaron atrapados en los hielos al dormitar en el agua que por la noche se congela.

Continuamos la rodadura por los arenales y en esta ocasión nos detenemos en el desierto de Dalí, explanada donde unas rocas solitarias presentan un aspecto surrealista que guarda relación con algunos cuadros del citado pintor. Pero lo que verdaderamente llama la atención es el llamado árbol de piedra, roca moldeada por la erosión dándole un aspecto único y realmente siniestro.

Por algunos caminos encontramos vizcachas, un híbrido entre liebre y marmota. También vemos un zorro que nos mira asustado y algunos camélidos salvajes como vicuñas y guanacos. Pero dentro de la ganadería andina tenemos otros camélidos domesticados como las llamas y las alpacas a las que es fácil ver pastando cerca de las zonas habitadas.

Alcanzamos la laguna Hedionda donde comemos y en la que los flamencos están a tiro de nuestras cámaras. Aquí son muy numerosos y los vemos desarrollar todo su ritual social y de alimentación. Su color rosado es debido a los carotenoides presentes en sus alimentos. Un flamenco saludable y bien alimentado es rosa luminoso pero si es más pálido o blanco puede que esté enfermo o desnutrido.

SALAR DE UYUNI


Hoy la jornada promete, nos adentramos en el salar de Uyuni y para empezar, ¿qué mejor que ver amanecer? Son las 6:30 de la madrugada y nos internamos en un océano blanco de sal que, con sus 12 000 km2, se ve incluso desde la Luna. Tiene varias islas y entre ellas la más famosa es la isla del Pescado, originalmente llamada Incahuasi. En esta isla recorremos un intrincado camino que, sorteando gran cantidad de cactus, nos conduce hasta el mirador de la cima. Estos cactus apenas crecen un cm por año y su “madera” es muy porosa y ligera.

En la isla Phia-Phia damos rienda suelta a la intriga cavernícola, subimos hasta la gigantesca entrada a la cueva y en su interior, tapizando techos y paredes, vemos curiosas formaciones rocosas producidas por la filtración del agua, aunque diferentes a las estalactitas de nuestras latitudes.

En esta vasta planicie de sal no hay normas de circulación, cada vehículo va por donde le place y a la velocidad que se le antoje, pero hay que conocer el salar, pues también hay zonas en las que el terreno puede jugar una mala pasada. En Colchani, pueblo colindante al salar, las explotaciones de sal común son el principal sustento junto con la artesanía. En el salar se va rastrillando la superficie formando pequeños montículos que luego se cargan en camiones. La sal después de procesada abastece a todo el país.


Pero en el Salar, también está prevista la explotación del litio, elemento químico de gran importancia en nuestra sociedad. Actualmente se está ejecutando el proyecto piloto en la zona de desembocadura del Río Grande, que dará paso a una planta para la obtención industrial de litio. Este elemento se obtiene de la fase acuosa conocida como “salmuera” la cual tiene una gran importancia económica, por la presencia en ella de elementos de gran valor económico como potasio, magnesio, y boro, además del litio. La concentración es variable habiéndose encontrado una cantidad máxima de 4 gramos de litio por litro de salmuera.

Esta noche tenemos una nueva experiencia en una construcción de sal, el hotel Playa Blanca, que es de los más famosos de Suramérica, Esta precedido por una encrucijada de banderas y dentro posee un curioso museo con figuras de sal y un mirador donde se puede disfrutar de la vista tomando una cerveza, sin el frío invernal del exterior. Las sillas, mesas y paredes están hechas de robustos bloques de sal.

La zona por donde “respira” esta planicie recibe el nombre de los Ojos del Salar. Son pequeños orificios por los que sale el agua salada desde el interior de la costra salina. El fenómeno produce bellas texturas coloreadas de amarillos y ocres sobre la superficie del salar, pero debemos caminar con cuidado pues la costra puede romperse con facilidad.

Cruzando el ferrocarril minero que se utiliza para acceder al mar por Antofagasta, finaliza aquí nuestra andadura blanca y en una hora llegamos a la población de Uyuni, palabra que seguramente proceda de la expresión aymara "uta uyunipa" con la que comerciantes y arrieros solicitaban alojamiento en el lugar.

Nosotros nos alojamos en un residencial de la Avenida del Ferrocarril. Esta amplia calle está ornamentada con elementos temáticos referentes a la historia del tren, que fue tan importante en esta ciudad. Por la mañana buscamos a Gonzalo, el encargado de una agencia llamada Dalí, y le encontramos trabajando. Nos sugiere una visita al pueblo de Coqueza muy cerca del volcán Tunupa y así contratamos al guía conductor que nos llevará hasta allí.

 Antes de partir nuestra curiosidad sucumbe en el cementerio de Locomotoras. Se trata de máquinas de vapor de origen inglés que circularon en torno a los años 30. Actualmente su aspecto es tan desolado como fantasmagórico y durante media hora nos sumergimos en el hechizo de los rieles de hierro de hace casi un siglo. Como curiosidad, en una de las locomotoras encontramos pintada una importante ecuación de la Teoría de la Relatividad de Einstein.

Tras un largo recorrido por el Salar, en el que el volcán Tunupa nos guía con su imagen creciente, nos situamos ya en el pueblo de Coqueza, al pie del mismo y al borde del Salar. Deambulamos por los alrededores del pueblo mientras la imponente silueta del Tunupa nos contempla receloso en su soledad. No muy lejos una extraña caverna encierra su secreto: unas momias precolombinas de hace unos 3000 años pertenecientes a una familia entera que parece desafiar al tiempo.

 
POTOSÍ


Regresamos a Uyuni y de nuevo nos ponemos en marcha, tomando un bus para llegar hasta la ciudad de Potosí al pie del Cerro Rico. Esta montaña proporcionó enormes cantidades de plata desde que se descubriera el mineral en el siglo XVI. Pero la producción de plata llegó a su punto máximo hacia el año 1650 y fue decayendo al ir agotándose las vetas. Sin embargo a principios del siglo XIX comenzó a explotarse el estaño y actualmente siguen abiertas varias minas en el cerro.

En una de estas minas penetramos varios cientos de metros para conocer más de cerca el duro trabajo de estos mineros y visitar al Tío al cual rinden culto como protector. En el interior de cada mina puede verse la figura de esta “divinidad”, modelada por los propios mineros, junto con restos de ofrendas como hojas de coca, alcohol y cigarrillos que continuamente se le ofrecen.


Se nos acaba el tiempo en Potosí y ahora pasaremos desde Bolivia al norte argentino.De nuevo tomamos un bus, pero nos informan de que la ruta normal está cortada por las protestas de los campesinos, e iremos por una alternativa… nos tememos lo peor… y efectivamente, viajamos de noche en un autobús sucio e incómodo, por caminos de tierra, con frío y polvo que entra por las ventanillas que no cierran, incluyendo pinchazo al amanecer, trasbordo a un autobús peor, horas en la frontera y sin dinero argentino, ya que ni siquiera nos cambian los euros a pesos… pero esto en Bolivia es normal… Pasamos a Argentina y todo funciona de nuevo.

HUMAHUACA 

Nos alojamos en el pueblo de Humahuaca que tomamos como base. En estos días nos invade una ola de frío antártico y la escarcha al amanecer nos ofrece un bello paisaje. Desde aquí y en los próximos días visitaremos zonas de interés arqueológico y geológico.

Cerca de Humahuaca encontramos algunos antigales, zonas altas en las que entre los grandes cactus encontramos las ruinas y restos de los antiguos habitantes de la zona. También visitamos el pukará de Tilcara; una importante fortaleza construida por los indos tilcara, en un punto estratégico sobre la quebrada de Humahuaca, a 80 m de altura sobre el río Grande de Jujuy. De nuevo las vistas son espectaculares y desde aquí, caminando varios kilómetros, bajamos a la Garganta del Diablo, para ver la cascada helada y recorrer el camino tallado en la roca.

En esta zona también la geología es excepcional y otro recorrido interesante es la Ruta de los Colorados en el pueblo de Purmamarca. Los colores debidos a los diferentes minerales y las formaciones rocosas producidas por la erosión del agua y del viento hacen de este un lugar único.

Pero se nos acaban los días y desde Humahuaca viajamos hasta la hermosa ciudad de Salta, importante centro comercial y capital de la provincia. Desde aquí haremos, en todo terreno, un recorrido paralelo al que realiza el Tren a las Nubes, para conocer el trazado y sus viaductos, hasta llegar al pueblo de San Antonio de los Cobres. Regresamos a Salta y ya solo nos queda otro largo viaje en bus para llegar hasta la chilena Antofagasta desde donde partiremos vía Santiago hacia nuestro país.

Damos por terminada otra expedición por Los Andes, ha sido un formidable raid por desiertos blancos, lagunas de colores, volcanes que rozan los 6000 m y paisajes de otro mundo. Un capítulo más de nuestras ansias de conocimiento, de nuevo comprobamos que explorar nos da alas al igual que dormir, nos da sueños.
Guión:          Javier Fernández López
Fotografía:   Javier, Ignacio Bregel y Óscar Díez Higuera.


27 de mayo de 2010

Escocia

ESCOCIA

                 "Nada hay más valiente que un caballo ciego"
                                                      Dicho escocés.

Estamos en agosto del 2004. Llegando al aeropuerto de Villanubla a las 11:15 despegamos hacia Londres donde hacemos escala para finalmente llegar a Glasgow. En esta ciudad buscamos un albergue para pasar la noche, pero están todos llenos y empezamos a dar vueltas y vueltas y tras más de de dos horas de idas y venidas acabamos en un parque, sin saco y con el frío propio de estas tierras.

No es un comienzo muy halagüeño, pero por la mañana nos decidimos rápidamente por el objetivo de la expedición. Buscamos un billete para Fort William donde se encuentra la cima de Escocia, el Ben Nevis, con apenas 1343 m. No impresiona a simple vista pero el sendero que constituye la vía normal el “Pony track” parte del nivel del mar y la meteorología, aún en verano es extremadamente inestable. Etimológicamente el nombre proviene del gaélico Beinn Nimbéis, que significa “montaña maligna”. Por la mañana en pocas horas hacemos cima aunque la niebla nos impide la visión.

Cumplido el objetivo proseguimos nuestro viaje hacia la isla de Skye. La verdad es que paisajísticamente, encontramos gran similitud con Galicia. En cuestión de precios todo está el doble de caro y llueve constantemente, razón por la que proliferan los campos de golf, añorados en todo el mundo por los amantes de este deporte. Más tarde visitamos el castillo de Eilean Donan, rebosante de historia y uno de los mejor conservados.

Haciendo pausa en Garve conseguimos un bus para Ulapool con sus casitas multicolor al lado de la costa. Este es un pueblecito de lo más pintoresco y con el sello escocés por excelencia. Nos alojamos en un “B&B”, del inglés “bed and breakfast”, muy populares por aquí y consistentes en casas particulares que te proporcionan cama y desayuno como su nombre indica, a un precio asequible, unas 20 libras cada uno.

Poniendo rumbo a Inverness, poco antes de llegar apreciamos en todo su esplendor el impresionante puente sobre el estuario del río Forth construido en 1890.

Visitando Escocia es imposible prescindir de su líquido elemento “agua de vida”, el whisky. Llegamos a la destilería “Glen Ord” que visitamos por la tarde. Todo comienza con la limpieza de la cebada y durante 15 días se mantiene en agua, transformándose el almidón en azúcar. Seguidamente se lleva a los hornos de turba para secarla. Aquí entra en juego la malta que una vez molida y mezclada con el agua de la caldera de remojo origina un mosto azucarado (wort) que fermenta durante 48 horas y así el azúcar de la malta se transforma en alcohol dando un producto de pocos grados (wash).

Característica del whisky escocés es que se destila dos veces, en unos “pot-still” o alambiques de cobre. De la primera destilación obtenemos el “low wine” eliminando la levadura y demás restos. En la segunda destilación sale un licor de 58º y rebajándolo con agua se queda en 55º. Solamente se admite colorante de caramelo por su rigurosa normativa. Finalmente el proceso de envejecimiento en antiguos barriles de jerez españoles se prolongará entre 12 o 15 años hasta su puesta a la venta. Por cierto, nos colamos entre diferentes grupos de visitantes para repetir la degustación del “agua de vida” y salimos de un contentillo…

Los Mark & Spencer son los grandes almacenes de Gran Bretaña. El viernes 27 es el momento de visitar el enigmático y famoso lago Ness, guarida de un monstruo que asemeja una serpiente gigante, que evidentemente tiene más de leyenda que de realidad. Se ha investigado cada metro minuciosamente y no se encontró ni rastro de animales prehistóricos ni nada por el estilo. En Inverness nos sorprende un establecimiento con un cartel luminoso escrito en castellano “La tortilla asesina”. Visitamos algún castillo en ruinas y otros mejor conservados como la fortaleza de Fort George del cual hicimos fotos desde el exterior.

Hoy toca Edimburgo, la capital de Escocia que custodia la mítica “piedra del destino”. Tiene un sector llamado la Royal Mile, la milla real, y realmente impresiona la venta ambulante, las farándulas sueltas y el ambiente desenfadado, lleno de turismo. Vemos la famosa puerta de Nethernow y llegamos a la fortaleza que custodia la ciudad. En el casco antiguo transitamos por unos curiosos pasadizos como calles sumamente estrechas, las “closes”, que antaño favorecían la defensa de la “city” al impedir la entrada de grandes formaciones de soldados.

Ambiente festivalero y muchas gaitas: verdaderamente la comunidad del aspa blanca, por su bandera, tiene unas señas de identidad tan antiguas como sus castillos y tan modernas como las pretensiones autonómicas de su parlamento. Aún se puede oír el estruendo de sus catapultas, la carga de su caballería y el silbido de sus ballestas. Con 5 millones de escoceses en su patria y más de 25 esparcidos por todo el mundo es un colectivo muy singular.

Texto: Javier Fernández López
Fotos: Óscar Díez Higuera y Mariano Fernández López

22 de febrero de 2010

Rocosas Canadienses

CADENA DE MARAVILLAS
(Las Rocosas Canadienses)


“Hay determinados instantes, podríamos decir que determinados momentos, en que llegamos a conocernos mejor que en años enteros”.

F.M. Dostoïevski

Julio del 2009: Óscar de Palencia y Javier de León regresan a Norteamérica en busca de un destino mítico donde los halla. En un país con casi 10 000 km2 y una densidad de 7 habitantes por km2 encontramos una bandera con la hoja de arce, sin lugar a dudas estamos en Canadá.


Ubicado en el estado de Alberta tomamos tierra en Calgary y muy pronto te percatas del avanzado desarrollo que se respira en el país, sus edificios, su cuidado urbanismo, sus fluidos medios de transporte, el aire cosmopolita se enseñorea del ambiente.

Dio la coincidencia de que en estos días se celebra la “Stampede Calgary” que está considerada “El mayor espectáculo del mundo al aire libre” y el rodeo más importante de América. Durante 10 días la ciudad adquiere un ambiente vaquero como si estuviéramos sumergidos en un “western”, la inaugura un desfile por todo lo alto, con un recorrido de 4,5 Km por el centro de Calgary.

Los espectadores rondan lo 350 000 y se retransmite por todas las cadenas, en el año 2006 se bate el record de visitas con 1260 000… por fin vemos a la Policía Montada del Canadá, tan famosa en las películas. Hay degustación de parrilladas, hamburguesas, tortillas, exhibiciones de todo tipo, conciertos y un espectacular rodeo como actividad estrella, dotado con 1800 000 $ canadienses para el ganador.

Ni su encanto ni su fascinación detienen nuestra marcha y al día siguiente ponemos rumbo a la Montañas Rocosas, verdadero objetivo de la expedición. Son más de 600 km a caballo entre los estados de la Columbia Británica y de Alberta. Durante el trayecto apreciamos la antítesis de la inmensidad de las verdes praderas y la taiga boreal.

El parque nacional de Jasper es el más septentrional y el mayor con 10 800 km2.
Nuestros primeros pasos de exploración nos llevan por los barrancos del río Maligne el cual a esculpido minuciosamente durante siglos las paredes que lo rodean, propiciando el espectáculo actual. La belleza del lugar es predecesora de la del lago Maligne que lleva su mismo nombre y cuyas fotografías han dado la vuelta al mundo.

No tenemos buen tiempo (precisamente una de las razones para encontrar una naturaleza tan desbordante es la acentuada pluviosidad, y las aguas azuladas son el tributo de los glaciares que nutren esta tierra). Decidimos ascender las Bald Hills para apreciar las vistas del lago. Pero justo antes de hacer cima un aguacero nos empapa sin dilación y el panorama desaparece, hacemos cumbre y emprendemos el descenso con más pena que gloria.

Por la tarde visitamos el pico Edith Cavell con su lago glaciar. El pico fue así nombrado en honor a una enfermera británica fusilada en la I Guerra Mundial por haber ayudado en su hospital a soldados belgas, franceses e ingleses. Las píceas, abetos y alerces crecen por doquier en el terreno abandonado por los hielos glaciares: igual les da el terreno horizontal o vertical, tierra fértil o pedregal.

Desde la carretera las señales que vemos son de lo más variopinto y curiosas de verdad: peligro, osos sueltos, caída de árboles, avalanchas, cuidado con los ladrones y delincuentes,…No tenemos que buscar fauna, por la misma carretera nos adentramos en un safari improvisado. Apenas a 10 metros de la calzada aparece un caribú pastando, poco después un oso negro cruza con pasmosa tranquilidad pues sabe que tiene preferencia… damos un frenazo y salimos corriendo del coche con la cámara, cosa que, por cierto, está prohibida. Ardillas vemos por centenares pululando entre las rocas, las hojas y las ramas.

Las imágenes de las Rocosas perduran en la retina para siempre, las combinaciones de la Naturaleza en este lugar del planeta alcanzan su cenit. Ríos y lagos, soberbios bosques de coníferas y altivas montañas, adquieren aquí una sintonía mimética con el horizonte, mostrando un cielo rojo escarlata a la puesta del sol y un azul cobalto en su orto.

Ya en el parque provincial del monte Robson por casualidad topamos con un español afincado en Canadá hace muchos años. Casualmente nació en Palencia y su familia vive en León (¡qué grande y que pequeño es el planeta!). Amablemente se presta para hacer de intérprete cuando pedimos información sobre la montaña al Ranger. Este con pesadumbre nos dice que el Robson se asciende en las dos últimas semanas de agosto y que es necesario contratar un helicóptero, bastante caro, por cierto. Aun así nos quedan muchas cimas y el pico Athabasca es nuestro siguiente objetivo.

El glaciar del pico Athabasca es visitado por turistas en autocares especiales que se desplazan sobre el hielo. La ascensión comienza en la madrugada con un pedrero de transito difícil, no optamos por la vía norte normal, la cara oeste nos resulta más convincente.

La luz del amanecer nos anima al tiempo que la cellisca aumenta su velocidad por rachas. Sorteando una cascada de hielo trazamos una ruta sin huella alguna que nos sitúa en una elegante arista y sin gran dificultad hacemos cima a 3 491 m..El panorama es de pegada, el tiempo ha despejado y varios glaciares nos circundan. Ese día solamente lo intentaron ascender una austriaca y su guía pero finalmente desistieron. La soledad de estos parajes y la sensación de paz son indescriptibles.

Regresamos a Jasper hacia las 5 de la tarde, cansados pero contentos. Al día siguiente nos desplazamos al parque nacional de Banff, durante el trayecto nos llaman la atención unos curiosos puentes bajo los cuales pasamos. En realidad se llaman “ecoductos” y salvan la carretera para que sean usados por los animales, evitando así el aislamiento de las especies.

En la localidad de Canmore encontramos el Club Alpino Canadiense con una sede que más bien parece una mansión alpina, dispone incluso de sauna, salón de juegos, Internet, biblioteca... Como en toda área montañosa no puede faltar aquí el recuerdo de los pioneros de las Rocosas dignos de todo elogio, abriendo rutas y hollando las cimas con sus precarios medios. El Club Alpino Canadiense cumplió su centenario en el 2006.

En la ciudad de Banff la historia comienza, como en muchas otras poblaciones, con el ferrocarril. Los trabajadores de la Canadian Pacific Railroad descubren por casualidad unas grutas con aguas termales y a los pocos años en el lugar surge la citada localidad.

Los guías de montaña suizos son los primeros en adentrarse en este paraíso y comienzan su negocio con una modesta cabaña para 6 clientes. Con el tiempo se irá ampliando sucesivamente hasta nuestros días donde ya nada queda de las primeras instalaciones. Actualmente encontramos aquí un lujoso y gigantesco complejo hotelero

Algunos senderos te advierten de la presencia de osos y te recomiendan ir acompañado, incluso en algunos es obligatorio bajo pena de multas elevadas. Aquí son típicos entre los turistas los cascabeles antiosos y los spray repelentes para ahuyentarlos. Nos sorprende en una tienda un enorme esqueleto que parece de un oso, está valorado en 30 000$ y se trata de un antepasado del género Arctodus.

No muy lejos aparece el lago Esmeralda, otro paisaje de ensueño: aquí ningún rincón de las Rocosas tiene desperdicio. El color uniforme de sus tranquilas aguas y su textura nos recuerda la mencionada piedra preciosa y es un marco incomparable para el bosque de píceas que lo rodea, creando de esa forma un entorno silencioso pero que habla por sí sólo.

En el parque nacional de Yoho se ubica la Takakkaw Falls que despliega un salto de agua con 380 m de caída. Se puede ir hasta la base de la columna acuífera y con el estruendo que produce te percatas de que la naturaleza es la auténtica reina del lugar.

Pero en las proximidades del lago O´Hara nos está esperando el siguiente objetivo, el pico Lefroy con sus 3423 m. Primero se accede en los típicos autocares amarillos, como si fuéramos colegiales y después, ya a pie, empezamos circunvalando el lago. Las casitas de madera a sus orillas, a parte de no desentonar, le dan un ambiente de fábula al paisaje.

A medida que ganamos altura aparecen saltos de agua y más lagos, y continuando nuestro camino, cada paso que damos se convierte en un episodio sensorial. Ahora nos sorprende una marmota a la que, la verdad, poco le importa nuestra presencia y poco después las ardillas curiosean en derredor nuestro.

Atravesando los primeros neveros atacamos un enorme pedregal que requiere largas horas de peleona ascensión hasta que finalmente alcanzamos el refugio Abbot Pass Hut a 2900 m, enclavado en el paso o collado Abbot, como su nombre indica. Cuando llegamos no hay guarda pero encontramos allí todo lo necesario y recurrimos a fundir nieve para obtener el líquido elemento.

Son las 4 de la madrugada, salimos y con la oscuridad de la noche avanzamos, a paso de sonámbulo, precedidos por un inglés y dos canadienses. A las dos horas las lenguas anaranjadas del sol empiezan a lamer las dorsales de las Rocosas. Por desconocido que suene el parque nacional de Yoho desde las alturas comprobamos que no tiene nada que envidiar a los más popularizados. Ya en la antecima acometemos las últimas rampas, que con sus 50º y totalmente heladas exigen toda nuestra atención, consiguiendo así nuestra segunda cima.

Para celebrar la gesta montañera decidimos dar un pequeño festín a la vista visitando el lago Moraine, seguramente uno de los más fotografiados del mundo. Al ser fácilmente accesible nos encontramos con gran afluencia de turismo y un espectacular hotel a sus orillas.

No muy lejos comienzan algunas rutas de senderismo descritas por el trazado del antiguo ferrocarril, hay puentes en ruinas y rampas ya sin vías. En la actualidad para atravesar las Rocosas inventaron un ingenioso sistema que salva los desniveles, losl llamados pasos en espiral con túneles (spiral tunnels). En Canadá los convoyes en ocasiones sobrepasan el kilómetro de longitud con 140 vagones y en las espirales a veces la cabeza alcanza a la cola por el otro nivel.

En Squilax el albergue a la orilla del río es un tren acondicionado por dentro. Un lugar pintoresco en el que encontramos gente curiosa y donde recordamos el desayuno con cierto recelo: unas tortas con sirope en cazuelas completamente negras con mugre de varios años, pero el resto de las comidas nos las hacíamos nosotros, y el lugar merece la pena.

Otra de las modalidades deportivas dentro de nuestra federación es el descenso de rápidos en ríos caudalosos o “rafting”. En Canadá hay gran afición y el río Adams acapara nuestra atención, invirtiendo todo el día en el descenso de un tramo. En los botes neumáticos embarcamos una representación internacional: con alemanes, franceses, ingleses y españoles. En algunos trechos la navegación es tranquila, en otros alcanzamos el grado 3 y la emoción esta servida. Posteriormente en kayak remontaríamos, en busca de castores, el curso de otro río más tranquilo y caudaloso el río Shuswap.

Es imposible estar en Norteamérica y no sentirse subyugado por aquella época denominada “conquista viejo oeste”, y sin buscarlo demasiado tenemos la oportunidad de visitar un rancho conservado tal y como era hace más de un siglo. Disponemos de una diligencia, el “saloon”, la herrería, toda la serie de utensilios y aperos empleados en las labores de ganaderas y agrícolas de la época y unos tipis con algunas nativas de la reserva establecida en las proximidades. En definitiva una perfecta puesta en escena para rodar Bonanza o El Virginiano. Poco después y antes de que se nos olvide degustación obligatoria del helado de arce, “maple” en inglés, elaborado con el famoso jarabe obtenido de la savia del arce.

Intrigados por esa misteriosa isla llamada isla de Vancouver levamos anclas y navegamos en el gran transbordador rumbo a Manaimo. La vegetación de la isla es exuberante, aquí el gran monarca es el cedro rojo y la pícea de Sitka de gran envergadura que predomina en la costa. Sin ir más lejos, fue en Vancouver donde nació la famosa organización ecologista Greenpeace, en principio para defender sus bosques. En la isla la comunidad kwakiutl tiene como tradición predilecta la conservación de los tótemes, todo un icono de la cultura nativa.

Se nos acaban los días y como clausura visitamos fugazmente la ciudad de Vancouver. Toda la metrópoli se debate entre la cultura anglosajona y la yanqui. Poco a poco la influencia española disminuyó y la británica fue aumentando, lo que es hoy la Columbia Británica se adhirió a la Confederación Canadiense en 1871. Durante las últimas décadas tuvo que adsorber ingentes cantidades de emigrantes chinos sobre todo que fueron mano de obra barata para la expansión del ferrocarril y posteriormente se instalaron en un voluminoso barrio con sus típicos negocios. El reloj de vapor y el edificio del gobierno son otras de las curiosidades de la urbe.

El mes se nos hace corto y en Canadá se detiene el tiempo cuando lo visitas, su naturaleza bien puede ser el espejo del Edén y todo un patrimonio de la humanidad. Se necesitan más días para saborear estos parajes donde, más que en ninguna otra parte, el ser humano no sabemos si es un intruso o un invitado, o al menos, así lo sentimos nosotros, dos exploradores.

Texto: Javier Fernández López.
Fotos: Óscar Díez Higuera