TERRITORIO DEL YUKÓN
Parque Kluane y Dawson City
(video)
“Hay una región donde las
montañas no tienen nombre y los ríos corren hacia Dios sabe dónde”
Robert
Service (escritor yukonés)
Es la segunda vez que visitamos
Canadá. Atrás quedó el verano del 2009 con los Parques Nacionales de Jasper, Banff, Yoko y los picos Athabaska y
Lefroy. Si cerramos los ojos sus imágenes nos asaltan, sus olores nos
transportan a la inmensidad de los espacios sin límites. La verdad es que
Canadá es más grande que la imaginación.
Seducidos por aquella épica llamada,
la Gold Fever o Fiebre del Oro, volamos hasta la capital del Territorio del
Yukón,
Whitehorse, población de unos
20 000 habitantes con un inusitado trasiego en los meses estivales. En la Oficina
de Turismo, que ocupa toda una manzana, conseguimos amplia información sobre
nuestros principales objetivos: el Parque Nacional Kluane, el Descenso del
Yukón y la travesía histórica Chilkoot Trail.
Lo mejor, nada más llegar, la
primera visión del
Yukón: su
silencio sepulcral y su amplio cauce reposado. Pero no nos llamemos a engaño,
poco más arriba nos encontramos los rápidos de Whitehorse y comprobamos que su poderío
es de pánico, 3187 km de recorrido con una cuenca que alberga 854 000 km
2
y drenando al Pacífico 6430 m
3 por segundo en el Mar de Bering.
PARQUE NACIONAL KLUANE
En los primeros días nuestros
pasos se encaminan al
Parque Nacional de
Kluane donde realizaremos la ascensión al pico Decoeli. Desde Whitehorse
ponemos rumbo hacia el Oeste, hasta Haines Junction. La naturaleza es
desbordante y por el cordón umbilical de la carretera transitamos lentamente
con el todoterreno, atravesando bosques interminables, cruzando ríos sin fin,
llegando a poblaciones que parecen oasis en la inmensidad de un mundo salvaje.
La ascensión al Decoeli, de
2300 m, son nueve largas horas. Al principio cuesta trabajo encontrar el camino:
la niebla oculta la montaña y muy poca gente viene por aquí, por lo que la
senda se pierde. Pero una vez en ruta, ascendiendo por el torrente, se disipa
la niebla y el camino queda más definido. Antes de la cima la pedrera es un
tanto inestable y una roca en equilibrio se voltea al ser pisada, lo que
produce una aparatosa caída de Javier que se abre el labio y fractura los incisivos
superiores. A pesar de ello continuamos hasta la cima, aquí el espectáculo no
tiene parangón: al Este la inmensidad de la Taiga Boreal y al oeste el Parque
Nacional de Kluane, destacando en lontananza el Monte Logan que, con sus 5960 m, es la cumbre de Canadá.
Durante el descenso los primeros indicios de fauna hacen presencia, un
puercoespín nos contempla sin alterarse, hasta el punto que erizando sus
espinas se va poco a poco ocultando entre la vegetación. Continuamos el
descenso por el torrente, saltando continuamente de un lado a otro, pero el
caudal va en aumento. Al final tenemos que descalzarnos.
Al día siguiente visitamos el Lago Kathleen y ascendemos otra
montaña, la King´s Throne, y aunque
el tiempo no es bueno, desde la cumbre podemos contemplar el lago en toda su
extensión. Por la tarde regresamos a nuestro campamento a orillas del Pine
Lake. Estamos a unos kilómetros de la población de Haines Junction y esa tarde tenemos la ocasión de disfrutar de la Fiesta del Salmón, en la que se toman
ensaladas y grandes porciones de salmón salvaje a la brasa, mientras un grupo
de música local ameniza la velada.
En las jornadas siguientes nos
dirigimos hacia el Sur, por la
carretera llamada Haines Road,
pasando a territorio estadounidense para llegar hasta la ciudad costera de Haines. Ciertamente, en esta parte de Alaska,
el sustento diario proviene del turismo y la pesca. Aquí los contrastes, entre
un pequeño pesquero convencional y un crucero de placer, se pueden plasmar en
una foto sin gran dificultad: basta esperar el momento adecuado. Por la noche
la iluminación de los cruceros delata sus horas de bullicio.
Fue en dirección al Lago Chilkoot, cuando pasamos por un
puente observamos a un naturalista con un potente teleobjetivo apostado sobre
el trípode. Nos llama la atención, detenemos el vehículo y curioseamos. No muy
lejos, una pareja de pigargos
cabeciblancos nidifica. Es la bella águila norteamericana, símbolo
inequívoco de los Estados Unidos. El momento álgido es cuando, sin esperarlo, aparecen
tres osos, una hembra con dos
oseznos. Andan buscando comida, frutos y raíces. Cruzando el puente siguen por
la orilla del río, se introducen y capturan salmones que despedazan con sus
potentes mandíbulas. Los seguimos y se colocan en una represa hasta que la guarda
parques los ahuyenta golpeando con una barra de hierro la barandilla del dique.
La estampa se sucede con frecuencia en Alaska.
En esta zona ascendemos los montes Riley y Ripinsky. La vegetación
es muy abundante aquí, en algunos momentos hasta parece que estemos en la selva
tropical, aunque las grandes coníferas delatan nuestra latitud. Desde la cima
tenemos unas buenas panorámicas de los fiordos que dominan esta costa del
Pacífico. Pero el mal tiempo hace acto de presencia y en los días siguientes la
lluvia persiste. Es inexorable en estas latitudes y nuestra tienda resiste por
el momento.
Tomando de
nuevo dirección Norte, regresamos a Canadá. Queremos recorrer la mítica Alaska Highway, llegando hasta la
capital de la Fiebre del Oro, Dawson City. El Lago Kluane nos muestra todo su esplendor. Como tantos otros parece
un mar interior y nuestra intención es acampar en sus orillas, pero está
prohibido montar la tienda: es transitado por osos, pues encuentran
aquí raíces y frutos que forman parte de su dieta habitual.
Aquí
queremos seguir el Sheep Creek Trail,
con la intención de ver las famosas cabras o Muflones de Dall, pero de nuevo nos encontramos con que el día
anterior se cerró el acceso por presencia de osos en la zona. Cambiamos de
planes y subimos a la Sheep Mountain
donde, aparte de paisajes espectaculares, vemos a pocos metros algunos rebaños
de cabras salvajes.
DAWSON CITY
Continuamos por la carretera
atravesando pequeñas poblaciones como
Destruction Bay, cuyo nombre se debe a
que fue arrasada por un huracán en los años 40 del pasado siglo. O
Beaver Creek, donde se estudia la
descongelación del suelo helado, permafrost, por el cambio climático. En
Tetlin Junction abandonamos la Alaska
Highway tomando otra ruta, la
Taylor
Highway, en la que un letrero nos avisa de que, a lo largo de cientos de
kilómetros, no encontraremos ningún servicio. Llegaremos a
Chicken, justos de combustible, donde ya vemos los primeros
artefactos dedicados a la búsqueda del preciado metal, como la antigua gran
draga y muchos otros restos de la época. Poco antes de entrar en Canadá la
Taylor Highway se dirige al Norte hasta Eagle, a orillas del Yukón. Nosotros
seguiremos por la denominada
Top of the
World Highway hasta Dawson.
Con el parabrisas astillado por
un impacto y tras cambiar una de las ruedas, llegamos con la de repuesto a Dawson City. Esta ciudad es una de las
localidades míticas de la Fiebre del Oro:
se la conocía como “el Paris del Norte”. Algunas tabernas como la famosa
Westminster Parlour pueden verse todavía y sus calles conservan muchos otros
edificios de aquellos tiempos.
Todo comenzó en el verano de 1896,
cuando sólo era una llanura cenagosa donde pastaban los alces, en la
confluencia de los ríos Klondike y Yukón. Llena de fango era prácticamente
intransitable. Aparecieron las primeras pepitas de oro y dos años después, en 1898,
ya se había convertido en una ciudad de casi 40 000 habitantes donde los
vapores, descargando a diario mercancías y gentes en busca de fortuna, atracaban
en los muelles. Finalmente, en honor al geólogo George Dawson quien cartografió
la zona por encargo del Gobierno, se bautizó como Dawson City.
En la Oficina de Turismo el personal nos atiende con la indumentaria de
la época, como si no hubiera trascurrido más de un siglo. Vemos que la
predicción de auroras boreales es
favorable, y efectivamente, esa misma noche, hacia la una de la madrugada, el
cielo se tiñe de verde a pesar de la claridad de estas fechas veraniegas. El Museo de la ciudad es fiel reflejo de
la gloria de antaño, con reproducciones de escenas cotidianas de la época, muchos
artefactos y herramientas usados por los buscadores de oro. En las afueras se
puede visitar la cabaña del poeta yukonés Robert
Service, y no muy lejos la del famoso escritor Jack London con su pequeño museo.
Estamos acampados en la
desembocadura de Bonanza Creek, a
pocos kilómetros nos encontramos con la famosa Draga nº4, impresionante ingenio mecánico para la extracción de
grava y la separación del metal amarillo. Lo cierto es que dada su pírrica
producción, de unos 15 lingotes al año1, su vida fue limitada. En la
actualidad sigue habiendo pequeñas explotaciones mineras, pero la forma de
trabajar es totalmente diferente, removiendo el terreno con excavadoras.
Desde Dawson City ponemos rumbo
nuevamente hacia el Norte, ahora por la
Dempster
Highway; es una pista sin asfaltar que lleva hasta Inuvik, en el Delta del
MacKenzie. Nosotros nos quedaremos en el
Parque
Tombstone, para ascender a la
Montaña
Goldensides, desde donde podemos contemplar la inmensidad de este
territorio. Tras esta incursión en el Gran Norte regresamos, y ya por la
Klondike Highway llegaremos de nuevo a
Whitehorse, donde nos espera la siguiente aventura: descender en canoa por el
río Yukón.
Nota 1: Draga nº 4: Produjo 9 toneladas de oro en 46 años. Un lingote de 400 onzas (unos 31g) son12,4 kg.
Guión: Javier
Fernández
Fotos: Óscar
Díez
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