26 de octubre de 2016

TERRITORIO DEL YUKÓN Parque Kluane y Dawson City


TERRITORIO DEL YUKÓN
Parque Kluane y Dawson City

(video)
 

 “Hay una región donde las montañas no tienen nombre y los ríos corren hacia Dios sabe dónde” 

     Robert Service (escritor yukonés)



Es la segunda vez que visitamos Canadá. Atrás quedó el verano del 2009 con los Parques Nacionales  de Jasper, Banff, Yoko y los picos Athabaska y Lefroy. Si cerramos los ojos sus imágenes nos asaltan, sus olores nos transportan a la inmensidad de los espacios sin límites. La verdad es que Canadá es más grande que la imaginación.

Seducidos por aquella épica llamada, la Gold Fever o Fiebre del Oro, volamos hasta la capital del Territorio del Yukón, Whitehorse, población de unos 20 000 habitantes con un inusitado trasiego en los meses estivales. En la Oficina de Turismo, que ocupa toda una manzana, conseguimos amplia información sobre nuestros principales objetivos: el Parque Nacional Kluane, el Descenso del Yukón y la travesía histórica Chilkoot Trail.
 Lo mejor, nada más llegar, la primera visión del Yukón: su silencio sepulcral y su amplio cauce reposado. Pero no nos llamemos a engaño, poco más arriba nos encontramos los rápidos de Whitehorse y comprobamos que su poderío es de pánico, 3187 km de recorrido con una cuenca que alberga 854 000 km2 y drenando al Pacífico 6430 m3 por segundo en el Mar de Bering.
 
 
PARQUE NACIONAL KLUANE

En los primeros días nuestros pasos se encaminan al Parque Nacional de Kluane donde realizaremos la ascensión al pico Decoeli. Desde Whitehorse ponemos rumbo hacia el Oeste, hasta Haines Junction. La naturaleza es desbordante y por el cordón umbilical de la carretera transitamos lentamente con el todoterreno, atravesando bosques interminables, cruzando ríos sin fin, llegando a poblaciones que parecen oasis en la inmensidad de un mundo salvaje.
 
  
 La ascensión al Decoeli, de 2300 m, son nueve largas horas. Al principio cuesta trabajo encontrar el camino: la niebla oculta la montaña y muy poca gente viene por aquí, por lo que la senda se pierde. Pero una vez en ruta, ascendiendo por el torrente, se disipa la niebla y el camino queda más definido. Antes de la cima la pedrera es un tanto inestable y una roca en equilibrio se voltea al ser pisada, lo que produce una aparatosa caída de Javier que se abre el labio y fractura los incisivos superiores. A pesar de ello continuamos hasta la cima, aquí el espectáculo no tiene parangón: al Este la inmensidad de la Taiga Boreal y al oeste el Parque Nacional de Kluane, destacando en lontananza el Monte Logan que, con sus 5960 m, es la cumbre de Canadá.
Durante el descenso los primeros indicios de fauna hacen presencia, un puercoespín nos contempla sin alterarse, hasta el punto que erizando sus espinas se va poco a poco ocultando entre la vegetación. Continuamos el descenso por el torrente, saltando continuamente de un lado a otro, pero el caudal va en aumento. Al final tenemos que descalzarnos.
Al día siguiente visitamos el Lago Kathleen y ascendemos otra montaña, la King´s Throne, y aunque el tiempo no es bueno, desde la cumbre podemos contemplar el lago en toda su extensión. Por la tarde regresamos a nuestro campamento a orillas del Pine Lake. Estamos a unos kilómetros de la población de Haines Junction y esa tarde tenemos la ocasión de disfrutar de la Fiesta del Salmón, en la que se toman ensaladas y grandes porciones de salmón salvaje a la brasa, mientras un grupo de música local ameniza la velada.


En las jornadas siguientes nos dirigimos hacia el Sur, por la carretera llamada Haines Road, pasando a territorio estadounidense para llegar hasta la ciudad costera de Haines. Ciertamente, en esta parte de Alaska, el sustento diario proviene del turismo y la pesca. Aquí los contrastes, entre un pequeño pesquero convencional y un crucero de placer, se pueden plasmar en una foto sin gran dificultad: basta esperar el momento adecuado. Por la noche la iluminación de los cruceros delata sus horas de bullicio.
Fue en dirección al Lago Chilkoot, cuando pasamos por un puente observamos a un naturalista con un potente teleobjetivo apostado sobre el trípode. Nos llama la atención, detenemos el vehículo y curioseamos. No muy lejos, una pareja de pigargos cabeciblancos nidifica. Es la bella águila norteamericana, símbolo inequívoco de los Estados Unidos. El momento álgido es cuando, sin esperarlo, aparecen tres osos, una hembra con dos oseznos. Andan buscando comida, frutos y raíces. Cruzando el puente siguen por la orilla del río, se introducen y capturan salmones que despedazan con sus potentes mandíbulas. Los seguimos y se colocan en una represa hasta que la guarda parques los ahuyenta golpeando con una barra de hierro la barandilla del dique. La estampa se sucede con frecuencia en Alaska.
En esta zona ascendemos los montes Riley y Ripinsky. La vegetación es muy abundante aquí, en algunos momentos hasta parece que estemos en la selva tropical, aunque las grandes coníferas delatan nuestra latitud. Desde la cima tenemos unas buenas panorámicas de los fiordos que dominan esta costa del Pacífico. Pero el mal tiempo hace acto de presencia y en los días siguientes la lluvia persiste. Es inexorable en estas latitudes y nuestra tienda resiste por el momento.
            Tomando de nuevo dirección Norte, regresamos a Canadá. Queremos recorrer la mítica Alaska Highway, llegando hasta la capital de la Fiebre del Oro, Dawson City. El Lago Kluane nos muestra todo su esplendor. Como tantos otros parece un mar interior y nuestra intención es acampar en sus orillas, pero está prohibido montar la tienda: es transitado por osos, pues encuentran aquí raíces y frutos que forman parte de su dieta habitual.
            Aquí queremos seguir el Sheep Creek Trail, con la intención de ver las famosas cabras o Muflones de Dall, pero de nuevo nos encontramos con que el día anterior se cerró el acceso por presencia de osos en la zona. Cambiamos de planes y subimos a la Sheep Mountain donde, aparte de paisajes espectaculares, vemos a pocos metros algunos rebaños de cabras salvajes.
  DAWSON CITY
Continuamos por la carretera atravesando pequeñas poblaciones como  Destruction Bay, cuyo nombre se debe a que fue arrasada por un huracán en los años 40 del pasado siglo. O Beaver Creek, donde se estudia la descongelación del suelo helado, permafrost, por el cambio climático. En Tetlin Junction abandonamos la Alaska Highway tomando otra ruta, la Taylor Highway, en la que un letrero nos avisa de que, a lo largo de cientos de kilómetros, no encontraremos ningún servicio. Llegaremos a Chicken, justos de combustible, donde ya vemos los primeros artefactos dedicados a la búsqueda del preciado metal, como la antigua gran draga y muchos otros restos de la época. Poco antes de entrar en Canadá la Taylor Highway se dirige al Norte hasta Eagle, a orillas del Yukón. Nosotros seguiremos por la denominada Top of the World Highway hasta Dawson.
 Con el parabrisas astillado por un impacto y tras cambiar una de las ruedas, llegamos con la de repuesto a Dawson City. Esta ciudad es una de las localidades míticas de la Fiebre del Oro: se la conocía como “el Paris del Norte”. Algunas tabernas como la famosa Westminster Parlour pueden verse todavía y sus calles conservan muchos otros edificios de aquellos tiempos.
Todo comenzó en el verano de 1896, cuando sólo era una llanura cenagosa donde pastaban los alces, en la confluencia de los ríos Klondike y Yukón. Llena de fango era prácticamente intransitable. Aparecieron las primeras pepitas de oro y dos años después, en 1898, ya se había convertido en una ciudad de casi 40 000 habitantes donde los vapores, descargando a diario mercancías y gentes en busca de fortuna, atracaban en los muelles. Finalmente, en honor al geólogo George Dawson quien cartografió la zona por encargo del Gobierno, se bautizó como Dawson City.
En la Oficina de Turismo el personal nos atiende con la indumentaria de la época, como si no hubiera trascurrido más de un siglo. Vemos que la predicción de auroras boreales es favorable, y efectivamente, esa misma noche, hacia la una de la madrugada, el cielo se tiñe de verde a pesar de la claridad de estas fechas veraniegas. El Museo de la ciudad es fiel reflejo de la gloria de antaño, con reproducciones de escenas cotidianas de la época, muchos artefactos y herramientas usados por los buscadores de oro. En las afueras se puede visitar la cabaña del poeta yukonés Robert Service, y no muy lejos la del famoso escritor Jack London con su pequeño museo.
Estamos acampados en la desembocadura de Bonanza Creek, a pocos kilómetros nos encontramos con la famosa Draga nº4, impresionante ingenio mecánico para la extracción de grava y la separación del metal amarillo. Lo cierto es que dada su pírrica producción, de unos 15 lingotes al año1, su vida fue limitada. En la actualidad sigue habiendo pequeñas explotaciones mineras, pero la forma de trabajar es totalmente diferente, removiendo el terreno con excavadoras.
 
 Desde Dawson City ponemos rumbo nuevamente hacia el Norte, ahora por la Dempster Highway; es una pista sin asfaltar que lleva hasta Inuvik, en el Delta del MacKenzie. Nosotros nos quedaremos en el Parque Tombstone, para ascender a la Montaña Goldensides, desde donde podemos contemplar la inmensidad de este territorio. Tras esta incursión en el Gran Norte regresamos, y ya por la Klondike Highway llegaremos de nuevo a Whitehorse, donde nos espera la siguiente aventura: descender en canoa por el río Yukón.

Nota 1: Draga nº 4: Produjo 9 toneladas de oro en 46 años. Un lingote de 400 onzas (unos 31g) son12,4 kg.
  

Guión: Javier Fernández
Fotos: Óscar Díez




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