Kurt Diemberger
MOSCÚ
Moscú, capital de la actual Federación Rusa, cuenta con más de 10 millones de habitantes según el censo del 2002. Durante buena parte del siglo XX fue capital de la extinta Unión Soviética y está localizada a ambas orillas del río Moscova, nombre dado por los ancestros eslavos con el significado literal de “mal tiempo”. En verdad, aunque estamos en el mes de Julio no están de más las prendas de abrigo.
El emblemático conjunto de edificios conocido como el Kremlin fue construido en el siglo XVI, siendo sede perma-nente de los Zares del Imperio Ruso hasta que en el siglo XVIII Pedro el Grande trasladó la capital a San Petersburgo. Tras la Revolución de Octubre y la consiguiente toma de poder por los bolcheviques la capital volvió nuevamente a Moscú. A partir de ese momento la vida política de la nación se concentró y desarrolló en esta ciudad. Tras la Guerra Mundial la Unión Soviética se erigió como una de las dos superpotencias: Moscú y Washington centraron el poder de la política internacional.
Volviendo al Kremlin, inicialmente fue una antigua fortaleza de los Zares con una extensión de 28 hectáreas. En su interior y alrededores encontramos varios palacios y algunas iglesias como la célebre Iglesia Roja. A pesar de que el nombre de “Plaza Roja” parece tener un trasfondo político debe su denominación al tono del color que reflejan sus atardeceres. El mausoleo de Lenin, donde se conservan los restos mortales del líder comunista, es otro de los atractivos del conjunto arquitectónico.
No debemos tomar la catedral de S. Basilio como parte del Kremlin, ya que está ubicada también en la Plaza Roja, siendo una construcción que data de finales de 1561. Destaca por sus cúpulas en forma de bulbos de colores. Su verdadero nombre es Catedral de la Intercesión de la Virgen del Montículo, siendo ordenada su construcción por el zar Iván el Terrible para conmemorar la conquista del Janato Kazán. Dicha construcción duró 6 años y cuenta la leyenda que como ”recompensa”, al arquitecto le arrancaron los ojos para que no construyera otra igual. También encontramos en la plaza el Museo de Historia y el GUM, un gran centro comercial. Otras joyas de la arquitectura soviética son los rascacielos gótico-estalinistas conocidos como “las siete hermanas” nombre que hace referencia a los siete edificios, destacando entre ellos la Universidad Estatal de Moscú y el hotel Ucrania.
Calificado como los “palacios del pueblo” por Lenin, el metro de Moscú es otra obra rusa de calibre. También conocida como ”palacio subterráneo”, la red metropolitana tiene una total de 165 estaciones y de ellas una decena fueron ornamentadas y decoradas sin escatimar medios e importando muy poco la situación econó-mica del país. Primero del mundo por densidad, es usado al año 3.341 500 000 de veces y tiene una longitud de 270 Km con 11 líneas. El servicio de megafonía te advierte si te alejas del centro de la ciudad mediante voces masculinas o femeninas. Construido en va-rias fases a lo largo de los años, a partir de 1953 las estaciones que se realizaron en zonas profundas fueron pensadas como refugios en caso de guerra nuclear. Como toda obra faraónica –al igual que sucedió con el Transiberiano- tiene inicios oscuros, pues fueron los presos políticos la mano de obra barata, sometidos a unas condiciones penosas.
Nos encontramos en Julio de 2006. Ya hemos llegado a Moscú José Manuel Coedo y Javier Fernández y tenemos una sorpresilla en el aeropuerto, uno de los equipajes no llega, aunque afortunadamente lo hizo esa misma noche. Nos alojamos en un hotel gigantesco y nos llama la atención la cantidad de ornamentos dedicados al deporte. Después nos enteramos de que fueron construidos a toda velocidad con motivo de las Olimpiadas de 1980 y de esta forma dar buena imagen.
VALLE DE BAKSAN
Al día siguiente tomamos un vuelo para Mineraly-Vody. Dos horas volando en un Tupolev y llegamos a un aeropuerto deprimente y destartalado donde nos espera el “guía de montaña”, Serget, quien se encargará de los permisos, dado que para eso fundamentalmente se les contrata. Su equipo son unas playeras, pantalón de chándal, una mochila que con los años le deformó la espalda y el único material decente proviene todo del limosneo.
En una pocas horas nos adentramos por el valle de Baksan, el día está gris y las nubes ocultan las cumbres. Cuando el valle se encañona y parece no tener salida, el todo-terreno se introduce en un curioso elevador con raíles, sin paredes, y al poco rato estamos en el refugio de Jailyk, también llamado refugio de Ullutau. Por el exterior es todo de madera, pero al entrar se nos cae el alma: esta todo el suelo carcomido, las paredes desconchadas, sólo hay luz cuando funciona el compresor, el mueble más grande es un póster de una marca deportiva y denota un estado de abandono total. No ha tenido ningún tipo de mantenimiento seguramente desde su construcción. Todo ello proviene de las instalaciones de un antiguo acuartelamiento. Solamente diremos que preferimos internarnos en el bosque para hacer nuestras necesidades, antes que tener que usar las letrinas.
Es el mes de Julio y en el Cáucaso hace frío. Esta soberbia cordillera extiende su gran cordón montañoso que constituye la frontera natural de Europa con Asia. estando situada entre el mar Negro y el mar Caspio. Dominada por valles glaciares y formidables bosques de coníferas, tiene una temperatura tremendamente inestable y unas condiciones de vida extremas para los lugareños: es lo que se llama clima seco de estepa. Su principal riqueza mineral se basa en el carbón, el plomo, el manganeso y el petróleo. Haciendo frontera con Georgia, el oro negro de estas montañas ha sido en no pocas ocasiones motivo de algunas guerras, como en 1942 en que fue tomada por los alemanes aunque solo les duró 6 meses la cima de Europa.
Amanece y hoy iniciamos la toma de contacto con el pico Zimny de 3440 m. Saliendo directamente del campamento atacamos un empinado camino que al poco se convierte en una senda escarpada. Un pequeño lago de color marrón a nuestra derecha, es el punto de referencia básico para no perderse. Finalmente tenemos que trepar y sin gran dificultad alcanza-mos la cima. A pesar de la altura nuestro pico es insignificante pues estamos rodeados de cuatro miles. Durante el descenso el guía se pierde en dos ocasiones ya que apenas conoce la zona.
Proseguimos nuestra exploración y reconocimiento en el Cáucaso, hoy por fin vemos el sol y la grandeza de esta cordillera, con un panorama de pegada. Nuestro siguiente objetivo es el Tiutiubashi Occidental, que con casi 4000 m de altitud requiere más horas que el Zimny, además hay que atravesar un enorme glaciar y después acometer una cresta bastante descompuesta con un poco de grado, justo antes de la cima. En cuestión de ½ hora parece como si las cumbres Caucasianas reclamaran, en sus dominios, el derecho a la soledad y un tupido manto de nubarrones eclipsa las vistas, privándonos de su deleite. Como suelen decir aquí “cuanto más lejos del Mar Negro, peor tiempo”. Por la noche cenamos pepinillos con unas raras hierbas.
Es la jornada de relax y nos internamos en el valle, hasta topar con un control militar, donde una escuadra de soldados, kalasnikov en mano, nos piden pasaporte y permisos. Superando el glaciar por una cresta con pronunciada pendiente ganamos la cota de 3000 m, estando acompañados en esta ocasión por dos chavales. Pasan los días y se acaba el tiempo para el valle de Baksan, ni su encanto ni su fascinación detienen nuestro caminar. Empre-ndemos la marcha por la garganta de Koyauganaush cruzando el valle por el collado del mismo nombre. Hacemos noche en una tienda con todas las costuras rotas y al cerrar la puerta saltan las hebillas, el guía duerme en otra tienda sin mástiles y sin saco.
Amanece un nuevo día y des-cendemos hasta Dzahntugan. La travesía es de las más bonitas que he realizado, primero la espesura verde de los arbustos para seguir con la roca y a continuación con el glaciar. Vimos huellas de oso, el discurrir del día estaba lleno de impresiones sensoriales sin interrupción. Al cambiar de valle, control al canto: en Rusia no puedes ni hacer tus necesidades si no estas programado y controlado.
MONTE ELBRUS
Es hora de aproximarnos a Terskol, enclavado más al Este, aunque continuamos en el Cáucaso Central. Debemos recordar que esta cordillera tiene 1200 km de longitud con una anchura de 180 km y tiene en su haber siete cinco miles siendo el monte Elbrus el que mantiene la hegemonía con sus 5642 m. La primera ascensión fue en 1874 por el ruso Sottaev, con 86 años, junto con tres ingleses y un suizo. En 1932 se construye un refugio el Priyut 11 (haciendo referencia a su capacidad para once personas) que posteriormente fue ampliado hasta albergar cómodamente a cien. Justo en el año 1998 a un montañero descuidado se le ocu-rrió calentarse usando gasolina de forma incontrolada y acabó destru-yendo el lugar con un devastador incendio.
Desde el pueblo de Terskol y remontando el valle llegamos a Azau donde se pueden tomar dos telecabinas consecutivas y un último tramo en telesilla. Es justo al final de esta donde encon-tramos el refugio Barrels a 3800 m. Es un conjunto de grandes cilindros metálicos, como si de camiones cisternas se tratara, instalados horizontalmente y acondicionados para 5 personas cada uno, en total pueden alojar unas 50 personas. Un poco más arriba los restos del primer Priyut 11 a 4100 m y cerca la nueva construcción. Posteriormente a lo largo de unos 100 m más, aparecen unas cabinas metálicas con capa-cidad más reducida.
Esa misma tarde ascen-demos hasta las rocas Pastukov con una cota de 4800 m. Es una perfecta aclimatación para el día siguiente, y con tal objeto permaneceremos allí un par de horas. A medida que ascendemos nos cruzarnos con los ratraks, vehículos con oruga, que empiezan ha descender con algunos clientes. Nos encontramos con tres madrileños que anteriormente conocimos en el valle de Baksan, un poco desanimados nos comentan que no hubo suerte y que ese era el día programado para el ascenso. En su plan no estaban contemplados más días para hacer cima. Sólo se puede traducir esto como una falta de previsión, nosotros contamos desde el día 9 al 12 para así tener un margen mínimo.
A la altura de las rocas Pastukov el mal tiempo arrecia y nuestra permanencia allí se reduce a unos pocos minutos, empren-diendo un incierto regreso. La niebla es muy densa, gracias a unas varillas clavadas en la nieve es posible guiarnos, no obstante es un aviso, la cima de Europa envía los malos espíritus para impedir la presencia de intrusos en la morada de sus dioses. La mitología griega afirma que el Caucaso era uno de los pilares que apoyaban el mundo y Pro-meteo fue encadenado allí por Zeus. A pesar de su aspecto inofensivo tiene en su haber una larga lista de víctimas. La ines-tabilidad atmosférica es una constante en este sistema mon-tañoso. La noche es apacible y un nítido manto de estrellas cobija las cumbres, las constelaciones brillan como luceros, todo es percusor de buen tiempo. A las dos de la madrugada montamos con los japoneses en el ratrak hasta las rocas Pastukov a 4800 m. y a la luz de las frontales iniciamos el ascenso.
Durante las primeras horas nos acompaña la oscuridad, ganando metros ascendiendo por su ladera izquierda, donde pros-pera una columna de frontales formando guirnaldas humanas. Recuerdo el amanecer como uno de los más bonitos, porque caminando hacia el oeste va saliendo el sol y avanza al compás de nuestra marcha. Llegando al collado el panorama es impresionante, se aprecia el Cáucaso en todo su esplendor, sobre todo la parte Georgiana. Continuamos y en una hora escasa hacemos cima, el emblema del Club Yordas ondea en la cima de Europa. José Manuel Coedo y Javier coronan el 10 de Julio del 2006, siendo la segunda expedición leonesa en hacerlo. La primera se atribuye a Miguel Ángel Pérez en agosto de 1997. Después llegarían Oscar y Alicia.
Texto: Javier Fernández Fotografía: Javier Fernández y Óscar Díez.
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