ACONCAGUA Y PATAGONIA
(EXPEDICIÓN CAMINO JIMÉNEZ)
"En la montaña se tiene miedo. Cuanto más la conoces, más miedo le tienes, ya que mejor se identifican sus peligros."
Yannick Seigneur.
La idea empezó a fraguarse poco después de esparcir las cenizas de nuestra compañera en la Majada de Vegabaño. Una semana antes, aquel 21 de septiembre del año 2003, Camino, veterana montañera leonesa, se quedó por avatares del destino en el Sedo del Gato, enclavado en los Picos de Europa.
No habían trascurrido dos meses cuando José Manuel y yo, Javier, junto con el palentino Óscar Díez y Carlos González de El Ferrol, aprobamos el proyecto de una expedición al techo de América en memoria de nuestra amiga. La elección no fue a voleo pues el pasado verano ella había visitado Bolivia y anduvo muy cerca de Los Andes.
La historia comienza en la ciudad argentina de Mendoza, famosa por sus vinos y trampolín de expediciones al Aconcagua. Lo primero es asumir que en estas latitudes australes nos encontramos en plena época estival y en todo su esplendor, a 30ºC. Vendedores ambulantes, terrazas, bonitos cuerpos ligeros de ropa, luz y color en un país de fábula con un grado de desarrollo superior al de sus vecinos. Nosotros que hemos estado también por Ecuador, Perú y Bolivia encontramos gran diferencia económica y sobre todo en sus vías de comunicación.
CERRO ACONCAGUA
Para los antiguos Incas el Cerro Aconcagua era una montaña sagrada, una senda hacia los dioses que moraban en los más altos. En 1985 a unos 1000 m por debajo de la cima se halló un cadáver momificado de una joven de unos 14 años, sin lugar a dudas ofrenda en forma de sacrificio ofrecido a sus Dioses.
Desde principios de los ochenta, el pico está protegido por un Parque Provincial que abarca 71 000 ha. Y en el año 2003 ya cobran 100 $ a los argentinos y 300 € a todo extranjero que intente hollar la cima. La montaña Aconcagua en realidad es un amplio macizo, con un pedestal de sedimentos marinos, cubiertos por un posterior manto volcánico andesítico.
Después de tres horas desde Mendoza tomaremos contacto con el Valle de los Horcones, pero antes visitamos el Puente del Inca una curiosa formación natural que el río Las Cuevas, con el paso de los años, a cincelado en la roca elaborando un puente natural de buenas proporciones. Muy cerca también subsisten los restos de un balneario de los años 30.
Poderoso imán, el coloso andino es codiciado por alpinistas de todas las razas. Haciendo la entrada en el valle de Los Horcones a 2950 m, contratamos dos mulas para los porteos el primer día y en tres horas estamos en el campamento de Confluencia. La primera noche fue una algarabía de tiendas y personas pululando de un sitio a otro. Como su nombre parece indicar, aquí confluyen muchos expedicionarios, unos para la ascensión y otros realizado senderismo en torno al cerro.
El segundo día proseguimos la marcha con 27 km de trecho, el objetivo es Plaza Mulas a 4370 m considerado el campo base o CB. Toda una urdimbre de tiendas de todos los tamaños y formas. Aquí se encuentran los últimos servicios con instalaciones fijas, el servicio médico (este año llega con un mes de retraso) y un puñado de empresas que ofrecen reaprovisionamientos, porteos e incluso disponen de página Web para inscribir a los que ascienden al pico.
Debido a las características de estas expediciones decidimos hacer dos cordadas, una formada por Óscar y yo, la otra con José Manuel y Carlos. La primera cordada proseguimos la ruta al tercer día, alcanzando Nido de Cóndores a 5560 m. La velocidad de ascensión nos provoca dolor de cabeza, primer indicio del MAM (mal agudo de montaña) por lo que aprovechamos para depositar algo de material y víveres descendiendo seguidamente a Plaza de Mulas donde pasamos otra noche intentando aclimatar mejor. La segunda cordada tiene que pernoctar tres noches.
El cuarto día subimos más despacio y al final de la jornada acampamos en un lugar llamado Canadá a 5050 m, considerado el campo 1 o C1, un pequeño resalte con una vista inmejorable del campo base. Comenzamos a cocinar fundiendo nieve de los escasos neveros que encontramos alrededor. Por la tarde la montaña nos brinda, como recompensa a nuestro tesón, una idílica puesta de sol.
La aclimatación es perfecta y con gran optimismo continuamos el duro bregar acompañados por la falta de oxígeno y el peso abrumador de la mochila que hacen estragos. Tan sólo la obsesión por culminar la cima con el pañuelo de Camino nos reconforta en los momentos más difíciles. Es el quinto día y esta vez sin complicaciones destacables acampamos en el campo 2 o C2 Nido de Cóndores, sabemos que lo estamos consiguiendo, aunque nos queda lo más duro.
La noche trascurre sin novedad y nuestro grado de oxigenación es superior al 87% (a esta altura no debe ser inferior al 85% según el médico, que lo mide colocando un oxímetro en el dedo). Nos encontramos en el sexto día y estamos cada vez más cerca… hoy conseguimos la cota 5930 m en un lugar llamado Berlín, el campo 3 o C3, con poco espacio y por consiguiente pocas tiendas. Nuestro estado físico continua inalterable, aun así durante la noche nos despertamos con total ansiedad e inhalando todo el oxígeno posible por la boca. El cuerpo no descansa bien a tanta altura y a 18 ºC bajo cero.
Son las 08:00 del séptimo día, despunta el alba y con paso firme como si de una marcha marcial se tratara, avanzamos acariciados por los tímidos rayos solares, aunque a la vez mensajeros de victoria. Presagiamos que es el día clave y en nuestra mente llevamos una máxima “por Camino”. Unidos en el empeño llegamos a la Canaleta a 6500 m y poco después, hacia las15:00 horas, dos alpinistas de la comunidad de Castilla y León hollan la cima y el pañuelo de Camino ondea en el olimpo andino siendo el 12 de Enero del 2004.
El 18 del mismo mes lo hace José Manuel, en condiciones extremas pues las noches anteriores nevó copiosamente provocando descensos de hasta 30º bajo cero y Calos tiene que descender por principio de edema pulmonar, afortunadamente sin consecuencias. En su caso el regreso fue su victoria.
Los primeros intentos de llegar a la cumbre se relacionan con su descubridor, el explorador alemán Paul Güssfeldt que alcanzó los 6560 m. Catorce años más tarde el guía suizo Matthias Zurbriggen consigue pisar la cima de América el 14 de enero de 1897. Sin botas plásticas, sin goretex, sin sacos de pluma… ellos son los verdaderos andinistas, nosotros, una imitación.
Durante la vuelta por la carretera seguimos el trazado del Ferrocarril Transandino que en este tramo se encuentra hoy en ruinas. Los realizadores fueron los hermanos chilenos Juan y Mateo Clark, finalizando la construcción en 1910. Atraviesa la cordillera andina entre Chile y Argentina enlazando la ciudad chilena Los Andes con la argentina Mendoza. Quedando parcialmente destruido por aludes en 1984 y dada su dudosa rentabilidad, quedaron suspendidas todas las travesías internacionales.
PATAGONIA
Continuamos nuestro periplo, sin tiempo de pestañear, desde Mendoza hacia el Sur por la llamada “Ruta 40” o corredor patagónico. El río Colorado es el límite geográfico de la Patagonia, región que abarca parte de la provincia de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra de Fuego.
Nuestra primera parada es en San Carlos de Bariloche, considerada la Suiza andina. Sus primeros moradores eran súbditos del país alpino y su paisaje no ofrece dudas al observar los lagos y montañas que enseñorean estos lares.
Desde Bariloche parten barcos hasta la península de Quetrihué, donde visitamos un precioso bosque de arrayanes, árboles majestuosos de 25 m de altura con una corteza amarilla pálida y que sorprenden al viajero, máxime cuando nos dicen su edad, nada menos que 300 años de vida.
Pero si tenemos una visita obligada en Bariloche esa es el Parque Nacional Nahuel Huapi, el mayor del país. Un lago de 557 km2 de superficie. Una carreta curiosamente decorada nos advierte de la entrada al mismo y por sus interminables bosques caminamos todo el día, anonadados por la explosión de vida que tenemos el privilegio de saborear, aquí el tiempo transcurre sin darnos cuenta. Permanecemos unos minutos en silencio y al poco vemos el famoso pájaro del lugar, el carpintero magallánico. También los guanacos son muy típicos de la fauna patagónica y recientemente se ha regulado la caza para preservar la especie. Otro animal característico de la zona es el ñandú, ave corredora que, no obstante, es difícil observar en el parque.
Continuamos bajando hasta la localidad de El Chaltén, al pie del cerro Chaltén, denominación tehuelche que significa literalmente “montaña azul”, incompresiblemente el Perito Moreno rebautizó la montaña con el nombre de Fitz Roy, un capitán inglés que por allí pasó. Todo un gigante de granito que custodia el pueblo junto con su homólogo el Cerro Torre (a este le dejaron el nombre en paz…). Ambos son difíciles de ver por las precipitaciones, no obstante son muy solicitados por escaladores de todo el mundo.
Descendiendo los siguientes días pasamos por la ciudad Perito Moreno y al poco llegamos a la ciudad de El Calafate, nombre alusivo a un arbusto del que se obtiene un preciado licor. Dicha población nace a finales del siglo XIX como parada de postas a orillas del majestuoso Lago Argentino. Tampoco en este caso fue muy rebuscado el nombre dado por el Perito Moreno… Sus aguas son de color turquesa y de aspecto lechoso por lo que también reciben el nombre de “leche glaciaria” que proviene de las partículas minerales suspendidas, originadas por la erosión de los glaciares en sus propios lechos rocosos.
El Calafate es la puerta al Parque Nacional Los Glaciares, toda una seña de identidad de la Patagonia. Los días siguientes embarcamos y navegamos rumbo a estos gigantes de hielo que, según cuentan, son los mejor conservados del planeta. El más popularizado es sin duda el Glaciar Perito Moreno con sus 4 km de frente y en el que, con un poco de suerte, se puede observar la ruptura de témpanos en medio de un estruendo aterrador. No obstante el glaciar más grande es el Glaciar Upsala con sus 60 km de longitud y 7 de frente.
La bahía Onelli se encuentra en un apacible lago al que tributan otros tres glaciares menores. Lleno de encanto por los bosques patagónicos que lo cobijan y por los pequeños carámbanos de hielo que en la superficie le dan un panorama de pegada.
En estos apretados 15 días nos queda mucha Patagonia por descubrir pero Argentina es un país con una superficie cinco veces superior a España y se nos acaban las vacaciones, así que tomando un vuelo hasta Buenos Aires tenemos las horas justas para tomar otro vuelo y regresar a la “piel de toro”. De nuevo ha sido un viaje de fábula en un país de ensueño.
Guión: Javier Fernández López
Fotos: Óscar Díez Higuera.
Publicado parcialmente en el Diario de León el 7-11-2.004
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