25 de marzo de 2009

Alaska II: La última frontera.

Alaska II: LA ÚLTIMA FRONTERA
(MCKINLEY 2008)




"Una vez dentro de los acontecimientos los hombres no tienen miedo, sólo lo desconocido es capaz de infundirles temor"

                                                          ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY


Lejos, muy lejos de nuestro reducido circulo de vida, de nuestra morada de asfalto, acero y hormigón, de las prisas y los atascos, encontramos la indómita y salvaje tierra de Alaska.

Durante las primeras semanas del mes de Junio de 2008 desarrollamos una expedición (J-2) el gallego Javier Moldes del club Alpino Manzaneda y yo del Yordas con el firme objetivo de hacer cima en la montaña más alta de Norteamérica, el luminoso Mckinley.

La historia de Alaska es muy singular dentro de los Estados Unidos de América. En 1867 fue comprada a los rusos por siete millones de dólares, siendo su extensión equivalente a tres veces la península Ibérica, y el 3 de Enero de 1959 obtiene el reconocimiento como miembro de pleno derecho constituyéndose en el estado 49.

Es realmente en 1897, cuando el pequeño barco “Excelsior” llega a San Francisco con futuros nuevos millonarios que sólo once meses antes no tenían un centavo en el bolsillo, cuando empieza la conquista de Alaska, la llamada “fever of the gold” (la fiebre del oro). Seducidos por la riqueza mineral, miles de exploradores, gente con nuevas esperanzas, personas sin rumbo fijo, moribundos que no tenían nada que perder, familias intentando echar raíces en alguna parte, emprenden la aventura embarcándose para Alaska pagando lo que sea y en trasportes marinos atestados de personas. Lo que no sospechaban es que para muchos era un viaje sin retorno.

Cada minero necesitaba una tonelada de víveres para pasar el año y generalmente su indumentaria para los rigores del clima era insuficiente, y ello unido a la saturación de personal desbarató en gran medida las ansias de una fortuna fácil.

Sus habitantes se enorgullecen de su hábitat hasta el punto de someter a votación en el 2004 si se construía una carretera para acceder a Juneau -única capital de EE.UU. sin conexión por tierra- debido al impacto medioambiental, que fue rechazada y potenciándose el tráfico de ferries.

La columna vertebral del estado de Alaska es la cordillera que lleva su mismo nombre, la Alaska Range que con 966 km de recorrido posee innumerables cimas aún vírgenes siendo los picos más solicitados el Foraker y el Hubert y ¿cómo no? el monte Mckinley o Denali. Su flor oficial es la Myosotis (nombre común “nomeolvides”) y la bandera norteamericana es venerada hasta en la tumba.

La aventura comienza en Ancorage, la ciudad más grande de Alaska de donde partimos para el pueblecito de Talkeetna (donde se inspiró la serie “Doctor en Alaska”) con apenas 1000 habitantes y un aeródromo que da fe de que la avioneta es el medio más utilizado para el transporte en el estado: la proporción de una aeronave por cada 10 habitantes.

Ya en la Station Ranger, el cuartel de los guardaparques, comprueban los permisos previamente solicitados por Internet con meses de antelación -en el 2008 cobran 200 $ por anticipado- y nos pasan los bidones inodoros (mostrándonos un vídeo de instrucciones para su uso).

Seguidamente y si el tiempo lo permite cargamos los equipajes a bordo de la avioneta y mientras petardea el motor del aparato enfilando la pista de despegue, subimos Javier y yo como únicos pasajeros. En tres cuartos de hora aterrizamos sobre la pista de nieve del C1 primer campamento del coloso Yankee. A parte de la mochila pujamos también la pulka o trineo con un total de 50 kilos en material y víveres.

En Alaska la naturaleza marca su propio ritmo y el Parque Nacional Denali está salpicado por una taiga saturada de píceas condimentadas con pinos, cedros y alisos como apreciamos durante el vuelo aunque en los alrededores del Mckinley sólo predomina el hielo y las nieves perpetuas. El gigante de granito despliega todos sus malos espíritus contra quienes osan invadir sus dominios.

La estrategia planteada es la llamada, “estilo alpino” o sea siempre ascender y nunca retroceder, también denominada expedición cápsula: al no realizar porteos todo nuestro equipo estará siempre con nosotros. La aventura es a cámara lenta tenemos 5 campamentos por delante y hay que tomárselo con calma, sin prisa pero sin pausa.

Durante la larga caminata utilizaremos los campamentos intermedios con una marcha más lenta pero una aclimatación perfecta. Tenemos que fundir nieve para cocinar y beber durante los ascensos, gracias a unos revolucionarios y recientes camping gas estadounidenses prescindimos de los engorrosos hornillos de combustible keroseno.

El color oscuro de la tienda ayuda a descansar la vista pues todo el día nos deslumbra un blanco que con el paso de los días fatiga los ojos sin darnos cuenta. El hecho de dormir vestidos y con las cantimploras dentro del saco se va sumando al cansancio, al cabo de una semana los efectos se hacen notar, es la cima de Norteamérica y su ascenso pasa factura.

Después del C3 acometemos unas rampas que finalmente nos sitúan en el verdadero campo base el C4 o “Medical Camp”. La semana pasada mucha gente desistió del ascenso por un temporal que se registró en dicho campamento superando los – 40º C.

Hasta el C5 tenemos un largo trecho, las rampas con mayor inclinación están equipadas con cuerdas fijas. A mitad de travesía improvisamos un vivac haciendo un escalón (que nos lleva una hora) en la nieve. No anochece en estas latitudes y el panorama es de cine. Mar de nubes como delimitando un horizonte de cristal y en lontananza los picos más altos asomando tímidamente sus crestas cimeras aunque ninguna parece usurparle la hegemonía al majestuoso Mckinley que con sus 6194 m es el rey del Denali.

Ahora en el C5 por la noche la temperatura en la tienda es de –25º C y prudentemente podemos decir que se trata de buen tiempo teniendo en cuenta que nos encontramos en el Ártico. Es el segundo día y asoma el sol como predecesor de buen tiempo y sin pensarlo, semejando un hormiguero, la estampida es general. Vamos españoles, griegos, norteamericanos, noruegos, rusos, japoneses toda una urdimbre en busca de la codiciada cima. El C5 queda desértico.

Trascurren las horas tensas, el paso es lento, hay que sacar fuerzas de flaqueza. Primero el Denali Pass más tarde el llamado Campo de Fútbol y finalmente la Horlii Denaly, una afilada y expuesta arista que constituye la antecima, o sea la guinda. Con mucha cautela y con más arrojo que entereza coronamos la cúspide norteamericana el viernes 13 de Junio del 2008, el emblema del Yordas junto con el piolet de mi hermano son testigos mudos del largo raid.

Nos queda la odisea del descenso, siempre más expuesto y arriesgado que el ascenso. En total 16 días de abrumadora marcha por los hielos del Denali que al mismo tiempo no deja de ser uno de los paraísos del planeta. Los dedos de las manos se me resentirán durante dos semanas ya en León, pero esta vez, con total convicción no dudaré en afirmarlo, valió la pena.

PARQUE NACIONAL DENALI

El Alaska Railroad es uno de los recorridos ferroviarios más turísticos del mundo -junto al Transiberiano y el Orient Express- El convoy circula a unos 70 km/h y en la parte superior algunos vagones tienen cupés, una especie de mirador. Las horas transcurren muertas ante el soberbio panorama, sin lugar a dudas la reducida velocidad es premeditada a tal fin. Ríos, lagos, montañas, bosques, todo con el sello de la taiga subártica, naturaleza que se funde en un abrazo y combinación de color y luz, en un escenario sin noches.
Durante el trayecto la megafonía te avisa de lo que te rodea en cada ocasión. En un momento dado avistamos una familia de castores a la derecha, luego osos a la izquierda, caribúes al fondo. Llegando a la intersección con el río Nenana, que discurre por la zona oriental del parque, observamos a los practicantes del “rafting” que parece tener muchos adeptos en los meses primaverales. Por fin alcanzamos nuestro destino en el Centro de visitantes del Denali.

En 1976 el PN Denali es declarado reserva internacional de la biosfera. Con sus 24.300km cuadrados y enclavado en medio de la Alaska Range la tundra ofrece una fiesta para los sentido, sólo tenemos una carretera que se introduce en el recinto y a partir de la milla 14 no se permite el paso, para ello disponemos de autobuses lanzadera. Dentro de ellos unos como nosotros con las cámaras en mano, otros con los binoculares, algunos con las patatas fritas, nos adentramos en otro mundo.

Los primeros indicios de fauna se presentan en medio de la carretera, el autobús se detiene, da preferencia a un alce que cruza la calzada de la forma más displicente. Con un silencio predecesor de los paisajes que se avecinan avistamos nubes densas como telón de fondo, la lenta marcha del autocar nos sumerge en el corazón del Denali.

Después de las vistas panorámicas desde un modesto mirador al descender apreciamos un lobo a distancia moderada. Pero lo que realmente nos sorprendió fueron los osos grises y pardos, detenido el autobús se acercan a 1m. de este. En la parte más baja encontramos un arroyo donde abundan los líquenes tubulares y no muy lejos un par de trípodes con potentes monoculares para mirar a las ovejas de Dall.

No olvidemos que en este ecosistema de vida contamos con 167 especies de aves, 39 mamíferos y 10 de peces, todo un paraíso natural de nuestro civilización y uno de los pulmones del planeta. Lejos del intrusismo humano esperamos que continúe así siempre.

Marchamos ya para España y bajo las nubes sentimos un halo de nostalgia, sabemos que echaremos de menos esta tierra, la entrañable tierra de Alaska.




Texto: Javier Fernández López (Miembro del Grupo de Montaña Yordas)
Fotos: Óscar Díez Higuera (del Fuentes Carrionas) y Javier Fernández

Publicado en el Diario de León el 22-11-2008

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